Antecedentes
En los más de cincuenta años de monarquía que siguen a la I República (1873-74), se suceden dos borbones: Alfonso XII y Alfonso XIII. Este régimen se caracteriza por representar un freno al progreso y por su alto grado de corrupción, explotación y represión. En esta situación, la oposición republicana, constituida por fuerzas políticas, sindicales y sociales de talante progresista, va poco a poco organizándose a lo largo de los años, mientras el régimen monárquico entra progresivamente en una fase de decadencia fruto de las razones antes citadas.
Así llegamos al año 1931, en que el régimen monárquico se encuentra inmerso en una profunda crisis. El rey nombra un nuevo gobierno e, intentando demostrar buena voluntad al pueblo, convoca elecciones municipales. Desde su alejamiento de la realidad del pueblo español, el monarca y su gobierno ignoran la antipatía que este pueblo les profesa y creen que las elecciones se saldarán con un respaldo mayoritario para la monarquía.
Nada más lejos de la realidad. Los socialistas, republicanos y demás fuerzas antimonárquicas se lanzan a una intensa campaña electoral a favor de un estado republicano.
El resultado de las elecciones es una ínfima mayoría para los monárquicos, pero en sí supone una derrota para estos, puesto que pierden en 41 de las 50 capitales de provincia y eso aun a pesar de la corrupción reinante.
El pueblo, masivamente, se echa a la calle para vitorear la II República y pedir el fin de la monarquía. Alfonso XIII, por fin, entiende la situación y abandona el país, forzado por el rechazo popular para no regresar más. Es el 14 de abril de 1931. Alcalá Zamora, Azaña y Largo Caballero, entre otros, proclaman desde el Ministerio de Gobernación la II República.
Inmediatamente se desata el delirio entre los ciudadanos. La meta tan largamente esperada se ha conseguido por fin. Un periodo de esperanza en la historia de España se abre tras años de oscuridad y los ciudadanos son conscientes del momento histórico que están viviendo y lo encaran con renovado optimismo.
La Segunda República Española pasa por dos fases claramente diferenciadas:
El bienio derechista (1933-1936)
Las elecciones generales de 1933 son ganadas por la derecha. Inmediatamente, el jefe de gobierno, Lerroux, del Partido Radical y apoyado por la derechista CEDA, comienza a cambiar la legislación progresista del anterior periodo, perdiéndose todo lo adelantado.
Asimismo, en esta línea de actuación, ralentiza la transferencia de competencias a la Generalitat catalana y frena el estatuto de autonomía vasco.
La CEDA empieza a reclamar del gobierno un aun mayor giro a la derecha y los falangistas actúan violentamente contra las fuerzas de izquierda y progresistas, lo que degenera en un periodo de lucha (en todas sus formas) entre izquierdistas y derechistas. La CEDA finalmente entra en el gobierno, con lo cual se acelera la anulación de las reformas progresistas.
La izquierda reacciona convocando la huelga general con un seguimiento desigual. En Asturias, los obreros se levantan, constituyéndose un fuerte movimiento revolucionario. En Cataluña se proclama el «Estat Català». Ambas iniciativas son sofocadas. En el caso de Asturias, la represión ejercida por el ejército contra los rebeldes desencadena una matanza. Numerosos políticos de izquierda dan con sus huesos en la cárcel.
La CEDA asume aun más poder después de estos hechos y comienza a hacer planes para derrocar la República. La Falange hace tres cuartos de lo mismo e incita al alzamiento armado contra la República.
Cabría señalar que la situación en Europa durante este periodo está dominada por el imparable ascenso del fascismo en Italia y Alemania, y estos países son los ejemplos a seguir de la derecha europea en esos momentos.
Volviendo a España, el gobierno pretende finalmente hacer una reforma de nada menos que 42 artículos de la constitución, que suponen una vuelta atrás radical. También lleva a votación una ley de contra-reforma agraria. Seguidamente, estallan una serie de escándalos que salpican el gobierno Lerroux. Todo esto lleva a la dimisión del gobierno y a la convocatoria de elecciones para el 16 de febrero de 1936, tras un fallido intento de crear un nuevo gobierno estable sin la CEDA.
El Frente Popular (1936)
Las izquierdas se unen en una amplia alianza de oposición llamada «Frente Popular», que aunque circunstancial supone la única defensa que le queda a la República frente al fascismo y los conservadores monárquicos.
El Frente Popular gana las elecciones y obtiene 257 diputados. Azaña forma gobierno, sin los socialistas y comunistas que, aunque le apoyan, no desean entrar en el gobierno.