Las Guerras Carlistas: Un Contexto Crucial para el Liberalismo Español
La Primera Guerra Carlista concluyó con el denominado Abrazo de Vergara (1839): un acuerdo firmado entre el general Espartero y Maroto, principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui. En este pacto se reconocía el mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra, así como la integración de los oficiales carlistas en el Ejército Real.
Las consecuencias más importantes de la Primera Guerra Carlista fueron diversas:
- Ámbito Político: La monarquía se inclinó de manera definitiva hacia el liberalismo.
- Protagonismo Militar: Los militares cobraron un gran protagonismo en la vida política y protagonizaron frecuentes pronunciamientos.
- Impacto Económico: Los gastos de la guerra forzaron la desamortización de bienes eclesiásticos.
Tras la Primera Guerra Carlista, se pacificó el norte, pero quedaron importantes focos carlistas en el País Vasco, Navarra y Cataluña, que no abandonaron la causa de Carlos María Isidro. Así, entre 1846 y 1849, tuvo lugar la Segunda Guerra Carlista, liderada por el hijo de Carlos María Isidro, quien se levantó contra Isabel II tras el fracaso de negociaciones matrimoniales entre ambos. En 1849, los carlistas fueron derrotados y la reina concedió una amnistía. Esta contienda no tuvo el impacto de la primera.
Entre 1872 y 1876, se desarrolló la Tercera Guerra Carlista durante el Sexenio Democrático, tras el derrocamiento de Isabel II. Los carlistas fueron liderados por Carlos VII. Cuando Alfonso XII llegó al trono en 1876, se encargó de derrotar a los carlistas en el norte. El País Vasco y Navarra quedaron pacificados y recuperaron sus fueros tradicionales. Sin embargo, los carlistas resurgirían una vez más durante la Guerra Civil Española (1936-1939), apoyando al bando franquista.
Las Regencias en España: Cimientos del Liberalismo (1833-1843)
Durante el reinado de Isabel II se implantó el Liberalismo, dando paso a una monarquía constitucional y parlamentaria en la que la burguesía moderada controlaba el sistema político mediante el sufragio censitario, estableciendo un orden jurídico favorable al desarrollo del capitalismo.
Durante la minoría de edad de Isabel II, hubo dos regencias:
- La regencia de María Cristina de Borbón, madre de Isabel.
- La regencia del general Espartero.
La Regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)
Esta regencia se inició con un gobierno moderado basado en el Estatuto Real (1834), con el objetivo de conseguir la estabilidad que garantizara el trono de su hija. Para ello, María Cristina tuvo que aceptar otras reformas más progresistas y así poder hacer frente a los gastos de las Guerras Carlistas, la deuda de la Hacienda Pública y el descontento de los liberales que exigían más reformas.
Reformas Liberales y Desamortización de Mendizábal
Así, se procedió a la Desamortización de Mendizábal (1836), en la que se expropiaron bienes eclesiásticos con el fin, también, de crear una clase de propietarios agrícolas, siendo el proyecto un fracaso. Las consecuencias de la desamortización no fueron positivas. Aunque se consiguió paliar momentáneamente la grave situación que venía padeciendo la Hacienda Pública, empobreció a los campesinos, quienes, al dejar de trabajar las tierras de la Iglesia que venían cultivando desde hacía siglos, cayeron en la miseria. Sin embargo, los enormes lotes puestos a la venta solo pudieron ser adquiridos por las mayores fortunas, sobre todo aquellos que se habían enriquecido con los negocios y ansiaban poseer tierras, emulando a la nobleza. Asimismo, la desamortización aumentó la distancia entre el nuevo régimen liberal y el clero católico, que perdió la mayor parte de sus propiedades (tierras, edificios y fincas urbanas) y el cobro del diezmo.
La desamortización eclesiástica se completó con otras medidas similares:
- Desaparición de los señoríos y los mayorazgos (1836).
- Supresión de la Mesta (1836).
- Supresión de los derechos señoriales (1837).
Todas ellas tuvieron por objeto convertir la propiedad vinculada del Antiguo Régimen en propiedad libre para poder circular en el mercado.
Por otro lado, con la nueva Constitución de 1837, se restableció el espíritu legislativo de la Constitución de Cádiz, con un régimen constitucional y parlamentario de soberanía nacional y división de poderes.
Fin de la Regencia de María Cristina
La regente María Cristina tuvo que hacer frente a Carlos María Isidro en la Primera Guerra Carlista, quien contaba con el apoyo de la nobleza, el clero y los campesinos del País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y Valencia, quienes pedían el respeto de sus antiguos fueros de la época de los Austrias. Finalmente, el general Espartero derrotó a los carlistas y puso fin al conflicto con el Abrazo de Vergara en 1839 y la promesa de respetar los fueros vasconavarros.
Durante estos años, las posturas entre moderados y progresistas se fueron radicalizando, sobre todo por el intento de los primeros de aprobar unas leyes que pretendían acabar con la Milicia Nacional, además de hacerse con el control efectivo de los ayuntamientos.
El último choque entre los progresistas y María Cristina tuvo lugar con ocasión de la Ley de Ayuntamientos, por la que los nombramientos de los regidores serían designados por designación regia, no por votación popular, como exigían aquellos. A esto se sumaba la frágil situación institucional y la impopularidad de la reina regente.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Tras el estallido de disturbios en numerosas ciudades y la disolución de las Cortes, María Cristina renunció a la Regencia, siendo el general y progresista Espartero el nuevo regente y jefe de Gobierno (1840-1843). Su política autoritaria, la crisis comercial e industrial y la sublevación obrera propiciaron el pronunciamiento del moderado Narváez en su intento de restablecer el orden, quien contó con el apoyo de los progresistas puros (los progresistas se habían dividido entre los ‘esparteristas’ y los ‘puros’). Se puso fin a la regencia de Espartero y se declaró mayor de edad a Isabel II a los trece años.