Los gobiernos de Largo Caballero y Negrín

TEMA 33:     “REVOLUCIÓN EN LA ZONA REPUBLICANA


Y LA CONTRAREVOLUCIÓN EN LA NACIONAL”


La Guerra Civil española constituye el acontecimiento más dramático de nuestra historia. Puso fin a un proceso de apertura y modernización que, quería poner al país en situación equiparable a la de las democracias occidentales,el colofón a un proceso de agudización de la lucha de clases.La guerra española fue unacontecimiento mundialen torno al cual, se polarizó la opinión pública mundial y la actitud de las potencias. En un contexto de consolidación de las dictaduras fascistas, la guerra de España se convirtió en un pulso internacional entre el modelo democrático y el autoritario.

El golpe militar del 18 de Julio de 1936 fue un proceso de revolución social sin dirección centralizada. El poder legalmente constituido fue sustituido por un poder popular sin unidad ni coherencia política, en manos de los partidos de izquierda y de las organizaciones obreras.

El gobierno presidido desde el 19 de Julio de 1936 por José Giral, se vio incapaz de imponer su autoridad y quedó desplazado por nuevos centros de poder revolucionarios de carácter local o regional. Así, surgieron los comités revolucionarios populares, lo que conllevó a la desarticulación del Estado, emergiendo múltiples y dispersos poderes revolucionarios.

Así, pusieron en marcha una represión mediante asaltos a prisiones, “paseos” y “sacas”, pero el gobierno de Giral fue controlando la situación.

Desde el principio, el bando republicano careció de unidad política y en alguna ocasión, anarquistas y comunistas llegaron a enfrentarse con las armas. Por otro lado, los gobiernos regionalistas del País Vasco y Cataluña reprocharon a Companys su escasa contribución en el esfuerzo bélico y en conseguir la independencia.

Los anarquistas, entendieron que vencer la guerra y completar la revolución económica-social debían ser procesos paralelos e inseparables. Por ello, impulsaron la colectivización de la tierra, el modelo más logrado se dio en la industria catalana y los servicios de la ciudad de Barcelona.

Los comunistas y los socialistas consideraban que el desarrollo de la revolución impedía una lucha eficaz y preferían aplazar la liquidación del sistema capitalista hasta derrotar al enemigo. Se estableció el principio de expropiación de tierras y empresas pero defendiendo la necesidad de controlar su producción y encaminarla hacia la organización de una economía de guerra.

Largo Caballero, presidente del nuevo gobierno de unidad, intentó posponer las experiencias revolucionarias, frenar la colectivización de los medios de producción, reforzar la disciplina militar y concentrar todos los esfuerzos en vencer la guerra. La centralización del poder encontró numerosos obstáculos.

En mayo de 1937 estalló la crisis. Los anarquistas y su aliado, el POUM se negaron a ceder en Cataluña el control sobre el orden público y el ámbito productivo. Esto desencadenó un enfrentamiento que derivó en choques armados en Barcelona durante una semana. La consecuencia última fue la caída de Largo Caballero, sucediéndole Juan Negrín.

Los partidos republicanos fueron perdiendo peso a favor de las fuerzas obreras y dentro de ellas fueron ganando peso los comunistas. El PCE fue incrementando su influencia, que se acentuó con la llegada a la presidencia del gobierno de Negrín, triunfando así la idea de “ganar la guerra antes de hacer la revolución”.

El desmoronamiento republicano se aceleró conforme los reveses militares fueron minando la moral de la retaguardia. En febrero de 1939 Azaña presentó la dimisión, y poco después el coronel Casado, jefe se rebeló contra el gobierno de Negrín, quien pretendía prolongar la resistencia militar hasta el límite y se negaba a entablar negociaciones con el bando franquista para alcanzar la paz. Por el contrario, Casado era partidario de pactar una rendición, por lo que se decidió a negociar la entrega de Madrid al bando franquista. La quiebra del poder central gubernamental y la fragmentación política debilitaron al bando republicano, convirtiéndose así en una de las causas de su derrota final.

Los sublevados nacionalistas carecían de un proyecto político definido, pero su objetivo prioritario era ganar la guerra, y las formas de gobierno eran accidentales.

Se constituyó en Burgos el 24 de julio la Junta de Defensa Nacional, presidida por Miguel Cabanellas. Pronto se comprendió la necesidad de unificar el mando de las tropas, de manera que todo el poder quedara acumulado en un jefe para garantizar así una dirección más eficaz de las operaciones bélicas.

Por este motivo, en septiembre de 1936 se reunieron los principales mandos militares (Mola, Dávila) y eligieron en votación a Francisco Franco como Generalísimo y Jefe de Estado. Tras su elección, nombró una Junta Técnica del Estado, presidida por el general Dávila. De este modo, Franco se convirtió en máximo dirigente con poderes ilimitados y absolutos tanto militares como políticos.

Los factores que favorecieron a la rápida ascensión de Franco a la dictadura unipersonal y al mando supremo fueron sus éxitos militares al frente del ejército de África, su astucia y habilidad para entablar contactos; y la falta de rivales.

Así, Franco se convirtió en un dictador. El fracaso de la conquista de Madrid obligará al nuevo régimen iniciar un lento pero sistemático proceso de institucionalización. En enero de 1938 Franco nombraba su primer Gobierno, que se perfilaría sobre la combinación de dos elementos básicos: el catolicismo y el falangismo.

El golpe de la guerra fue una implacable y sistemática y exhaustiva represión. Franco se dirigió contra los miembros del ejército y las fuerzas de seguridad que no apoyaron el golpe, las organizaciones vinculadas al Frente Popular, representantes de las clases medias y los trabajadores.

Los objetivos de los franquistas fueron desmontar el sistema parlamentario democrático y constitucional, derogar la legislación reformista progresista, defender los intereses socio-económicos de los grupos que apoyaban el alzamiento y construir las bases del nuevo Estado autoritario tomando como modelo el régimen fascista italiano. Esta contrarrevolución, basada en los principios ideológicos de la Falange, tuvo varios hitos:

– Anulación de la Ley Agraria mediante la devolución de todas las fincas expropiadas y la expulsión de todos los campesinos.- Prohibición de todos los partidos políticos y agrupaciones sindicales, lo que significaba el final de la libertad de asociación.- La creación de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS a través del Decreto de Unificación, donde los pocos dirigentes carlitas o falangistas que se resistieron fueron silenciados o encarcelados. Además, esta fuerza política aportó al nuevo Estado sus símbolos, canciones, vestuario y saludos, configurando así el nuevo Estado, definido como Movimiento Nacional.- Supresión del derecho de huelga.- Anulación de la libertad de expresión y establecimiento de la completa censura. – Se promulgó en 1938 el Fuero del Trabajo, en el que se definía el nuevo estado como Nacional y Sindicalista, se establecía el derecho y el deber de todos los españoles al trabajo…

En el clero católico, los obispos legitimaron el golpe militar convirtiéndolo en una necesaria rebelión contra los republicanos (“los rojos”), y justificaron el conflicto calificándolo de Santa Cruzada para “salvar la civilización cristiana”.

Este importante respaldo del clero católico fue premiado al finalizar la Guerra Civil por el Estado franquista garantizando a la Iglesia una situación privilegiada y derogando las leyes aprobadas durante la República. El nuevo régimen se declaró confesional y la identificación entre el nuevo Estado y la Iglesia dio lugar al nacional-catolicismo.

Se estableció durante la guerra un régimen autoritario y la Ley de Responsabilidades políticas, que constituía tribunales integrados por juristas, militares y falangistas que serían los encargados de la represión que marcó la posguerra.

En conclusión, la Guerra Civil española constituye el enfrentamiento entre los viejos grupos dominantes de la Restauración, y los grupos emergentes obreros y burgueses que querían establecer un sistema político democrático y un orden social progresista. Las reformas eran imprescindibles para la modernización de la sociedad pero atentaban contra los seculares privilegios de las clases dominantes. Por ello, esos grupos creyeron que se acercaba una revolución y optaron por el abandono de la vía legal y parlamentaria decantándose por el golpe de Estado.

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