Repoblación y Sociedad en la Península Ibérica Medieval (Siglos VIII-XIII)

La Península Ibérica: Procesos de Repoblación y Configuración Social (Siglos VIII-XIII)

Modelos de Repoblación en la Península Ibérica

Entendemos por Repoblación el proceso de ocupación demográfica y explotación económica de los territorios arrebatados al dominio musulmán, iniciado desde los originarios núcleos de resistencia cristianos, situados en el norte peninsular, entre los siglos VIII y XIII.

Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes, era necesario repoblarlos para afianzar las conquistas. Debido a que los efectivos demográficos no fueron en todos los momentos iguales, a que la población musulmana no tenía la misma densidad en todas las zonas y a otros factores, se determinó que se aplicaran diferentes sistemas de repoblación en el curso de los siglos VIII al XIII.

El resultado final fue una estructura de propiedad de la tierra que se ha mantenido hasta nuestros días con pocas modificaciones, con el río Tajo como línea de división entre una España latifundista al sur y una de medianas y pequeñas propiedades al norte.

Tradicionalmente se identifican tres modelos predominantes de repoblación:

1. Presura o Aprisio (Siglos VIII-X)

La encontramos entre los siglos VIII y X en territorios entonces poco poblados o abandonados, reconquistados al norte del Duero y en el piedemonte pirenaico. Este modelo consistía en la simple ocupación de una tierra, ya que, según el derecho romano (o la costumbre germánica), quien cultivaba un terreno despoblado se convertía en su propietario. El resultado fue la aparición de un importante número de hombres libres que trabajaban pequeñas y medianas parcelas de su propiedad (alodios). El alto grado de libertad concedida por reyes y nobles a estos repobladores se entiende por su doble función de agricultores y guerreros en un territorio fronterizo donde los peligros eran constantes. Esta abundancia de hombres libres diferencia el sistema feudal de los reinos hispánicos del de otros puntos de Europa donde la servidumbre estaba mucho más extendida y la jerarquización social era más fuerte.

2. Repoblación Concejil (Siglos XI-XII)

Predominó en la Meseta Norte (entre el Duero y el Sistema Central), la cuenca del Tajo y el valle del Ebro, entre los siglos XI y XII. El sistema, llamado concejil o de frontera, se caracterizó por la creación de concejos que tenían por cabeza una ciudad o villa y administraban una importante demarcación territorial (alfoz). Las repoblaciones de este periodo contaron con el problema de la escasez de colonos, lo que obligaba a favorecer la permanencia de población musulmana o la concesión de libertades y ventajas económicas (exenciones fiscales, tierras) a aquellos que se desplazasen a los nuevos y peligrosos territorios fronterizos. Los privilegios y normas de estos asentamientos estaban recogidos en unos documentos llamados cartas pueblas o fueros, otorgados por el rey o un señor. En estos lugares predominó la pequeña y mediana propiedad, junto con importantes espacios de propiedades comunales (bienes de propios y comunes).

3. Repoblación por Órdenes Militares y Nobleza (Principalmente Siglos XII-XIII)

La distribución de las nuevas tierras conquistadas en la mitad sur de la Península (Extremadura, La Mancha, valles del Guadiana y Guadalquivir), en el interior de la Corona de Aragón (sur de Aragón, interior de Valencia) y el litoral mediterráneo, tendió a hacerse en grandes latifundios. Estos eran concedidos por la Corona a la alta nobleza y a las Órdenes Militares (como las de Santiago, Calatrava, Alcántara o Montesa) como recompensa por su crucial participación bélica en la Reconquista. En la base de esta distribución estaba la escasa población cristiana disponible para repoblar extensos territorios y la rapidez de la conquista; a la población musulmana (mudéjares) se le permitió en muchos casos permanecer como colonos trabajando estas tierras.

Una Sociedad Compleja y Jerarquizada en la Edad Media Peninsular

Durante estos siglos se consolidó un modelo de sociedad jerarquizada, dividida en tres órdenes o estamentos, que perduraría en sus rasgos fundamentales hasta principios del siglo XIX.

La Estructura Trinitaria: Órdenes y Estamentos

Cada orden tenía su propia función teóricamente asignada, basada en una justificación ideológica elaborada y difundida por la Iglesia:

  • La nobleza (bellatores o «los que guerrean»): encargada de la defensa militar de la sociedad y del rey.
  • El clero (oratores o «los que oran»): personas consagradas a la Iglesia (tanto el clero secular como el regular), con la misión de velar por la salvación espiritual del resto de la población; eran los intermediarios entre Dios y los hombres.
  • El tercer estado o pueblo llano (laboratores o «los que trabajan»): compuesto principalmente por campesinos y, progresivamente, por artesanos y burgueses en las ciudades. Eran los encargados de trabajar y producir para alimentar y sostener a los dos órdenes privilegiados mediante el pago de impuestos (como el diezmo a la Iglesia, rentas señoriales y tributos reales).

Los Órdenes Privilegiados: Nobleza y Clero

La nobleza y el clero constituían los órdenes privilegiados. Gozaban de importantes ventajas: no pagaban impuestos directos (o pagaban muchos menos), vivían en gran medida del trabajo del tercer estado, poseían señoríos jurisdiccionales y se regían por leyes y tribunales propios, distintos a los del resto de la población. Económicamente, eran los propietarios de la mayor parte de las tierras de labranza y de otras fuentes de riqueza.

El Tercer Estado: Campesinos y la Emergente Burguesía

Los campesinos conformaban la inmensa mayoría de la población. Su vida era, en general, dura y dependiente, aunque existían diversas situaciones según su grado de libertad jurídica y su acceso a la tierra: desde el campesino libre, propietario de pequeñas parcelas (especialmente en el norte), hasta el siervo, jurídicamente dependiente de un señor, sin cuya autorización no podía abandonar sus tierras (situación más común en algunas áreas y periodos). Paulatinamente, fueron apareciendo en las ciudades pequeños grupos de burgueses dedicados a la artesanía o al comercio, que irían ganando peso económico y social.

Renacimiento Urbano y Dinamismo Económico

Al igual que en otras partes de Europa, durante la Plena Edad Media (siglos XI-XIII) se produjo un renacimiento urbano, acompañado del auge de actividades económicas propias de la ciudad: la artesanía especializada y el comercio a media y larga distancia. En este fenómeno, tuvo un importante papel la ruta de peregrinación hacia Santiago de Compostela (el Camino de Santiago), revitalizada a medida que el peligro musulmán se alejaba de la España septentrional, fomentando el tránsito de personas, mercancías e ideas.

Síntomas inequívocos de esta reactivación económica fueron:

  • La aparición y consolidación de los gremios en las ciudades, que regulaban la producción artesanal y la formación de los oficios.
  • La expansión de los sistemas monetarios y la acuñación de moneda.
  • La aparición de instrumentos financieros como las letras de cambio, que facilitaban las transacciones comerciales.
  • El surgimiento de los primeros banqueros (a menudo judíos o italianos), que aceptaban depósitos, cambiaban moneda y concedían créditos.
  • La organización de un sistema comercial más estructurado con mercados semanales y ferias anuales en días y lugares fijos, atrayendo a mercaderes de diversas procedencias.

Minorías en la Sociedad Medieval: Judíos y Mudéjares

El complejo mosaico social de los reinos cristianos peninsulares se completaba con la presencia de importantes minorías religiosas: judíos y mudéjares (musulmanes que vivían en territorio cristiano). Las relaciones con la mayoría cristiana fueron variables, con periodos de coexistencia relativamente pacífica (convivencia) y otros de creciente tensión y hostilidad, especialmente a partir del siglo XIII y agudizándose en los últimos siglos del Medievo.

Los Mudéjares: Musulmanes en Territorio Cristiano

Los mudéjares, musulmanes que permanecieron en territorio cristiano tras la conquista, generalmente ocupaban los peldaños más bajos de la pirámide social. Se dedicaban principalmente a tareas agrícolas (a menudo como vasallos en señoríos), a la construcción o a modestos oficios artesanales (como la cerámica o el trabajo del cuero). Esta posición socioeconómica, si bien no solía suscitar las mismas envidias que los judíos, sí conllevaba un generalizado desprecio y discriminación. La población mudéjar se extendió por todos los reinos cristianos peninsulares, incluido el Reino de Navarra, aunque fue especialmente numerosa en la Corona de Aragón (particularmente en los reinos de Aragón y Valencia) y en Murcia.

Los Judíos: Entre la Prosperidad y la Persecución

Los judíos, por su parte, desempeñaron un papel destacado en la economía y la cultura medieval. Gracias a sus actividades comerciales, financieras (como prestamistas, una actividad a menudo restringida para los cristianos), artesanales especializadas (orfebres, curtidores) y médicas, algunos llegaron a atesorar importantes riquezas e incluso ocuparon puestos relevantes en la administración real (como tesoreros o médicos de corte). Esta relativa prosperidad y su diferencia religiosa atrajeron sobre ellos la envidia, el recelo y la hostilidad de parte de la comunidad cristiana, que a menudo los utilizaba como chivos expiatorios, culpándolos de las calamidades que afectaban al reino (pestes, hambrunas). Esto desembocó en oleadas de violencia popular, persecuciones y asaltos a las juderías (barrios judíos dentro de las ciudades), especialmente en épocas de crisis económicas o fervor religioso exacerbado (como la crisis del siglo XIV). Ante la creciente presión y violencia, muchos judíos optaron por convertirse al cristianismo (forzada o voluntariamente), dando origen a la figura del converso o cristiano nuevo. Esta situación generó una nueva y compleja distinción social y religiosa frente a los cristianos viejos, y fue fuente de tensiones y sospechas durante siglos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *