Sociedad y economía en el Paleolítico. La pintura rupestre

Sociedad y economía en el Paleolítico. La pintura rupestre.

Durante el Paleolítico tuvo lugar el proceso de evolución humana conocido como hominización. Los principales cambios producidos en los homínidos fueron la posición bípeda, fabricación de herramientas y desarrollo del cerebro. Los homínidos formaban grupos reducidos con una forma de vida nómada y depredadora. Desarrollaron una industria lítica basada en la talla y el sílex. En el Paleolítico superior encontramos restos del Homo antecessor y Homo heidelbergensis en yacimientos como Atapuerca y Torralba-Ambrona respectivamente. En el Paleolítico medio se desarrolló el Homo neanderthal con una capacidad similar al ser humano actual, con numerosos yacimientos en la península. En el Paleolítico inferior apareció el Homo sapiens, antepasado del hombre actual. En este periodo tuvieron lugar las primeras manifestaciones artísticas como el arte mueble y rupestre. Podemos distinguir dos escuelas: la cántabra, con representaciones animales, y la levantina, donde aparecen las primeras figuras humanas.



Los pueblos prerromanos. La colonización histórica: fenicios, griegos y cartagineses.

En la península ibérica se desarrollaron varias culturas indígenas. En el sur se desarrolló la cultura de Tartessos con una importante actividad metalúrgica y orfebrería de influencia oriental. Los celtas se localizaron en la fachada atlántica. Eran pueblos ganaderos y guerreros que habitaban en castros. En la Meseta ubicaban los celtíberos con una marcada característica guerrera. En la región levantina encontramos la cultura ibérica, que alcanzó un notable desarrollo en contacto con griegos y fenicios. Habitaban oppida fortificados y dejaron importantes manifestaciones artísticas. Los fenicios ocuparon el sur peninsular y fundaron factorías comerciales como Gadir en el siglo X a.C. Los griegos también se dedicaron al comercio en la zona levantina con colonias como Ampurias. Junto con los fenicios introdujeron la escritura y la moneda. A partir del siglo III a.C., Cartago ocuparía la zona sur peninsular con el objetivo de explotar sus riquezas mineras.




Conquista y romanización de la península ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural.

La conquista romana de la península ibérica se desarrolló en 3 etapas: en la primera (218-197 a.C.) ocuparon Levante y sur peninsular en el transcurso de las guerras púnicas. En la segunda (181-133 a.C.) se conquistó el centro y este con las guerras celtibéricas y lusitanas. En la tercera (29-19 a.C.) se conquistó a los pueblos del norte, cantabros y astures. Tras la conquista tuvo lugar la romanización o asimilación de la cultura e identidad romana por parte de los pueblos sometidos. Hispania fue dividida en una serie de provincias. El ejemplo de esta administración fueron las ciudades, que disponían de una red de infraestructuras y edificios públicos. La sociedad era esclavista y distinguía entre ciudadanos romanos, con plenos derechos, y no ciudadanos. Su economía se basaba en la producción agrícola en villas, la explotación minera y un comercio activo. La religión se basó en el culto imperial, pero el sincretismo religioso permitió la expansión del cristianismo por todo el imperio. La presencia romana ha dejado numerosos monumentos, como templos como el de Diana en Mérida, anfiteatros como el de Itálica o acueductos como el de Segovia.



El reino visigodo: orígenes y organización política. Los concilios.

Con la crisis del Imperio en el siglo III, penetraron en la Península los pueblos bárbaros de vándalos, suevos y alanos. El pueblo visigodo se comprometió a expulsarlos, y en el proceso creó el reino visigodo de Tolosa. Derrotados por los francos, finalmente crearon el reino de Toledo. Los reyes visigodos realizarán un proceso de unificación entre los pueblos visigodos y hispanorromano. La unificación territorial fue llevada a cabo por el rey Leovigildo. Recaredo conseguiría la unidad religiosa adoptando el catolicismo. Finalmente, Recesvinto llevaría a cabo la unificación jurídica con la redacción del Fuero Juzgo. Los visigodos desarrollaron una administración a imitación de los modelos romanos. El cargo de rey era electivo. En el gobierno, se ayudaba de un Aula Regia apoyada por cargos administrativos conocidos como Oficio Palatino. La institución más importante fueron los Concilios de Toledo, donde se tomaban las principales decisiones del reino. La cultura visigoda ha dejado ejemplos como el tesoro de Guarrazar, iglesias como San Juan de Baños y obras como las Etimologías de San Isidoro.



Al-Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba.

Los enfrentamientos civiles entre la nobleza visigoda condujeron a la invasión musulmana de la Península en 711 bajo el mando del general Tariq, que derrotó a las tropas visigodas del rey Rodrigo en Guadalete. Los musulmanes llevaron a cabo una rápida ocupación hasta ser frenados por los francos en la batalla de Poitiers en 732. En territorio peninsular se estableció la provincia de Al-Ándalus, bajo la autoridad de un emir. La presencia musulmana en Al-Ándalus pasó por tres etapas: emirato dependiente (711-756), bajo autoridad del Califato Omeya. Emirato independiente (756-929) creado por Abderramán I. El emirato tuvo que hacer frente a numerosos enemigos, opositores y rebeliones muladíes y mozárabes, así como el avance cristiano. Califato de Córdoba (929-1031): Abderramán III se autoproclamó líder político y espiritual; construyó una nueva capital en Medina Azahara, organizó una nueva administración y detuvo el avance cristiano a través de aceifas. El Califato fue el período de mayor auge cultural y político de Al-Ándalus. Sin embargo, a la muerte de Abderramán III el Califato entró en crisis, hasta su definitiva disolución en 1031.



Al-Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.

Los últimos califas andalusíes delegaron el gobierno en ministros, entre los que destaca Almanzor. A su muerte, las luchas internas desintegraron el califato en 1031. El territorio andalusí quedó dividido en reinos de taifas independientes. Su debilidad ayudó al avance de los reyes cristianos, que cobraban parias a sus rivales musulmanes. La conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085 condujo a los reyes taifas a reclamar la ayuda de los almorávides. Éstos derrotaron a los cristianos y unificaron Al-Ándalus, pero su presencia fue breve. Tras su desaparición surgieron unos segundos reinos de taifas, que recurrieron a la ayuda de los almohades. Los califas almohades reunificaron el territorio, pero serían derrotados por una coalición de reinos cristianos en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, poniendo fin al predominio musulmán. De los efímeros terceros reinos taifas sobrevivió el reino nazarí de Granada, que mantuvo su autonomía gracias a su terreno accidentado y a las luchas civiles en Castilla y Aragón. Pese a su inestabilidad política interna, el reino contó con un importante desarrollo agrícola y comercial que lo enriquecieron.



Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad estamental.

El feudalismo fue el sistema político que predominó en Europa durante la Alta Edad Media. Las monarquías feudales peninsulares fueron en inicio de carácter electivo, pero se consolidarían como sistemas hereditarios. Para ayudarse en el gobierno, contaron con una Curia Regia y una Curia Plena para los asuntos más relevantes. A partir del siglo XII surgen las Cortes, con representantes de los tres estamentos y de las ciudades. Los territorios se dividían en señoríos, a manos de la nobleza, con amplia autoridad en sus dominios. Las Comunidades y Concejos eran territorios gestionados por el campesinado y regulados por la autoridad real. La sociedad medieval estuvo formada por estamentos, grupos sociales cerrados a los que se pertenecía por herencia. Fuera de ellos quedaban los judíos y mudéjares. Nobleza y clero eran los estamentos privilegiados, contaban con amplios derechos y poseían los territorios. Los trabajadores eran el estamento no privilegiado, pagaban impuestos y mantenían a los estamentos superiores.



Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.

La monarquía castellana era unitaria y de origen divino. Sus instituciones reforzaron la autoridad real: el Consejo Real, órgano asesor, las Chancillerías de justicia, y la Hacienda Real. El territorio se administraba en merindades y adelantamientos. A nivel local estaba dividida por señoríos de la nobleza y concejos, gobernados por un alcalde o regidor. La Corona de Aragón era una monarquía federal de carácter pactista: el poder real estuvo limitado por los fueros de los distintos reinos. Las Cortes tenían gran relevancia, y contaban con un órgano regulador denominado Generalidad o Diputación. El Consejo Supremo de Aragón y la Cancillería tenían funciones consultivas, y las Audiencias Reales aplicaban justicia. El Justicia Mayor ejercía de árbitro legal, mientras que los Virreyes actuaban de delegados del rey. El territorio se organizaba en merindades y veguerías, divididos en concejos a cargo de un Consejo de Ciento. En Navarra el rey contaba con el apoyo de un Consejo Real; la Cort General ejercía justicia y las Cortes y la Cámara de Comptos gestionaban el fisco.

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