Conflicto y Régimen: La Guerra Civil Española y la Dictadura de Franco

El Golpe de Estado de 1936 y el Estallido de la Guerra Civil

Tras la amplia victoria del Frente Popular, se pusieron en marcha diversas tramas conspiradoras contra el nuevo gobierno, organizadas sobre todo por la Unión Militar Española, dirigida por Sanjurjo desde el exilio en Portugal, con el apoyo de la oligarquía industrial, terrateniente y financiera. La reacción del gobierno fue lenta y débil, cometiendo el gran error de destinar al general Mola a Pamplona, donde eran más fuertes los requetés, el brazo armado del carlismo. También los generales golpistas Franco (en las islas Canarias) y Goded (en Baleares) habían conspirado sin mayores dificultades.

El 17 de julio se produjo el alzamiento en el protectorado español en Marruecos, y Franco voló desde Canarias para ponerse al frente del combativo ejército colonial de Marruecos, muy profesionalizado. El gobierno de Casares Quiroga perdió horas decisivas en reaccionar, y los rebeldes se hicieron en poco tiempo con gran parte del territorio, aunque fracasaron en las principales ciudades de España. El fracaso del golpe militar en la mayor parte de España llevó a la Guerra Civil.

En regiones donde la derecha era fuerte, la rebelión triunfó: Castilla y León, Galicia, Baleares (excepto Menorca), Andalucía occidental, Aragón occidental y Canarias, además de la capital de Asturias, Oviedo. Pero la República mantenía el control de la mayor parte de España y la lealtad de gran parte de la Guardia Civil y del Ejército, especialmente la Armada y la Aviación, aunque con falta de altos mandos.

En las semanas posteriores a la rebelión del 18 de julio, el frente se estabilizó en las dos zonas: la insurgente y la de la II República. Del lado de la República quedaron las reservas de oro del Banco de España, la siderometalurgia vasca, asturiana y de Sagunto, las industrias catalanas, la rica agricultura de regadío mediterránea, el plomo de Linares y el mercurio de Almadén. Del lado de la insurrección quedaron el trigo castellano, el carbón leonés y la ganadería gallega. Catorce millones de personas poblaban el territorio republicano, y once millones en tierras ganadas por la rebelión.

Las milicias del bando franquista contaban con el soporte principal del ejército colonial del Marruecos español. El resto de fuerzas era un conglomerado de oficiales, soldados, guardias civiles y carabineros, guardias de asalto y, sobre todo, paisanos, movilizados por sus organizaciones, como también sucedía en el bando republicano. En el bando rebelde se encontraban las milicias falangistas, las más numerosas, los tercios de requetés (combatientes carlistas) y, finalmente, las Juventudes de Acción Popular o Renovación Española (ultraconservadores y monárquicos).

En el bando republicano, las milicias de voluntarios tuvieron un papel determinante en la derrota de la rebelión en Madrid, Barcelona, Valencia y otras grandes ciudades.

Fases Clave de la Guerra Civil Española

La primera fase fue la ofensiva rebelde hacia Madrid, desde Andalucía occidental y Extremadura. El gobierno republicano había perdido en un principio el control político y de la calle en beneficio de los comités obreros, la multitud que reclamaba armas y la división de las fuerzas militares republicanas. Pero del otro lado, el ejército colonial de Marruecos, a las órdenes de Franco, conseguía atravesar el estrecho con ayuda de aviones alemanes e italianos: un puente aéreo, lento pero constante, transportó a la península más de 12.000 hombres y abundante material de guerra, y se logró pronto el dominio de toda Andalucía occidental, desde donde siguió el avance hacia Badajoz (donde hubo gran resistencia y una brutal masacre de la población por parte franquista), Toledo y la periferia oeste de Madrid.

En Madrid, las fuerzas franquistas se encontraron con una defensa organizada y combativa, y una dirección militar competente, a cargo del general Miaja. La capital pudo vencer así el asedio, contando además con la ayuda de las primeras Brigadas Internacionales. La estabilización del frente llevó a los combatientes a buscar ayuda extranjera. Los franquistas recibían sin grandes problemas los suministros del nazismo alemán y el fascismo italiano, mientras las potencias occidentales se inhibían. Solo la URSS envió armas y suministros de forma declarada, pero con problemas para llegar al bando republicano.

El alargamiento de la guerra dio lugar a la formación de nuevos ejércitos. En el bando franquista, la dirección militar fue estricta, y a fines de noviembre todas las unidades estaban completamente militarizadas y encuadradas en unidades regulares. Tras el decreto de militarización de las milicias de diciembre de 1936, se sometió a todas las unidades al Código de Justicia Militar.

En el bando republicano, el germen del nuevo ejército fue el Quinto Regimiento, unidad de milicias formada después de la derrota de la rebelión en Madrid, y a iniciativa del Partido Comunista. En septiembre se acometió la reorganización del ejército, con la creación de un Estado Mayor Central y la militarización de las milicias populares. Más tarde se crearon las divisiones como gran unidad militar. En todas las unidades existía un comisario político, encargado de supervisar la moral y la fidelidad política de los combatientes.

La dinámica de la guerra llevó también a la represión del enemigo. En la República, las ejecuciones fueron selectivas, mientras en el bando rebelde fueron masivas, para imponerse por el terror y dejar una retaguardia libre de enemigos. En los primeros momentos de la guerra, el desconcierto de las autoridades republicanas permitió que grupos armados irregulares actuaran sin control, con el resultado de asesinatos indiscriminados. Aunque se consiguió detener la violencia, el asesinato de 7.000 eclesiásticos deterioró la imagen de la República.

La segunda fase de la guerra se dio en el frente norte del Cantábrico, tras el fracaso rebelde en Madrid en las batallas del Jarama y Guadalajara. En marzo de 1937, el general Mola inició la ofensiva definitiva contra Vizcaya. Para acabar pronto con la resistencia vizcaína, aviones alemanes a las órdenes de Franco (Legión Cóndor) bombardearon Guernica masacrando a la población el día del mercado, y creando una gran repulsa internacional. A continuación, cayeron Cantabria y Asturias en manos franquistas.

La tercera fase de la guerra la representan las ofensivas sobre la parte oriental de Aragón y sobre Cataluña. Tras la pérdida por la República de las batallas de Teruel y la decisiva del Ebro, cayeron Barcelona y Gerona, desapareciendo así el frente de Cataluña. Con la ofensiva franquista hacia Valencia, frenada en Viver (Castellón), se produjo un segundo golpe militar contra la República, protagonizado por la traición del coronel Casado en Madrid, que entregó la capital sin condiciones a Franco. Las tropas rebeldes entraron así en Madrid desfilando.

Evolución Política y Social en el Bando Republicano

En septiembre de 1936, el presidente de la República, Azaña, encargó la formación del gobierno a Largo Caballero, líder del ala radical del PSOE. Bajo su presidencia se formó un gabinete de amplia coalición, que integraba a todos los defensores de la República, incluidos cuatro ministros anarquistas. Una medida notable fue la aprobación en octubre del estatuto vasco, para asegurarse la fidelidad de los vascos a la República.

En este contexto se estaba produciendo el ascenso del Partido Comunista, debido a su gran disciplina interna, el control de los suministros soviéticos y la división entre las otras fuerzas republicanas. El PCE preconizaba sobre todo la unidad para enfrentarse a un enemigo que actuaba unido. La política del PCE buscaba la alianza con los sectores de la burguesía media, pequeños empresarios y campesinos para ganar la guerra, enfrentándose a otras fuerzas, como los anarquistas y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), de tendencia radical y revolucionaria. Los enfrentamientos culminaron en mayo de 1937 con combates entre los dos grupos en Barcelona.

La movilización popular, por su parte, demandaba mejoras sociales del gobierno republicano. Se redujeron así los alquileres, fueron decomisadas y nacionalizadas industrias de los partidarios de la insurrección, continuó la reforma agraria y la expropiación de fincas abandonadas, nacionalización de industrias básicas y compañías ferroviarias y se estableció el control estatal sobre bancos e instituciones financieras. Pero el aspecto más avanzado socialmente y espectacular fue la colectivización de empresas y, sobre todo, de explotaciones agrarias, llevadas a término por las organizaciones sindicales campesinas. Las colectivizaciones afectaron a cerca de tres millones de hectáreas en extensas zonas de Aragón, Levante y Andalucía.

A partir de la crisis republicana de mayo de 1937, el gobierno republicano fue presidido por Juan Negrín, del PSOE, partidario de la máxima unidad de las fuerzas republicanas, con el apoyo de los comunistas. Negrín trasladó la sede del gobierno de Valencia a Barcelona, buscando el control de las industrias bélicas catalanas.

Fuera de España, el apoyo del muy moderado Frente Popular francés era débil e intermitente, pero no el de la URSS. Por otro lado, las potencias europeas occidentales pretendían el apaciguamiento de Hitler, lideradas por el Reino Unido. Esto se concretó en el Pacto de Múnich, de octubre de 1938, con la cesión de Checoslovaquia a la Alemania nazi.

Evolución Política y Social en el Bando Franquista

La muerte en accidentes de aviación de Sanjurjo y Mola dejó a Franco la dirección del bando rebelde. En septiembre de 1937, una reunión de generales en Salamanca acordó nombrar a Franco Generalísimo y jefe de un nuevo Estado, en ese momento sin definir. El protagonismo era de los militares, que relegaron a todas las figuras civiles que podían hacer sombra a su poder, como el líder de la CEDA, Gil Robles, el dirigente carlista Fal Conde y Juan de Borbón, hijo del destronado Alfonso XIII. José Antonio Primo de Rivera, por otro lado, había muerto fusilado en Alicante.

Se procedió por Franco a unificar todas las fuerzas que le apoyaban en un nuevo partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que quedó bajo su entero control. Incluso Manuel Hedilla, que era jefe nacional de Falange desde la muerte de José Antonio, fue condenado a muerte por Franco. El poder, en todos sus aspectos, radicaría en el cuartel general de Franco. Y como remate al proceso de legitimación del golpe militar y la guerra civil que había provocado, el episcopado español justificó en julio de 1937 la naturaleza religiosa de la guerra, y el mismo Papa, al fin de la guerra, felicitó a Franco por el triunfo “de la católica España”.

Sociedad y Cultura durante la Guerra Civil

En el bando rebelde se derogó toda la legislación de la República, entre ellas la importante Reforma Agraria y la legislación laboral, se purgó a funcionarios, se restablecieron los privilegios de la Iglesia y se abolieron leyes educativas, de divorcio, etc. Se estableció, por el contrario, la obligatoriedad de la enseñanza de la religión católica, dejando además en manos de la Iglesia amplias parcelas de la enseñanza. Miles de maestros fueron purgados, encarcelados y en muchos casos fusilados.

Se impuso, además, una férrea censura, con la prohibición de toda expresión de pensamiento contraria al integrismo católico y al fascismo de la Falange o el poder de Franco y su régimen.

En la zona republicana, sin embargo, se continuó con el esfuerzo educativo laicista, potenciando la cultura y la lucha contra el analfabetismo. Por decreto de enero de 1937 se creó la llamada “Cultura del Miliciano”, ligada a la sección de acción social del Quinto Regimiento, para organizar clases, conferencias y publicaciones destinadas a los combatientes, potenciándose además una gran red de bibliotecas y escuelas.

Dimensión Internacional y Consecuencias de la Guerra Civil

Los apoyos principales a Franco venían de la Alemania nazi y la Italia fascista, a los que hay que añadir el Portugal autoritario. Por parte de Alemania estaba la Legión Cóndor, formada por soldados y oficiales muy cualificados y con armamento avanzado, que prestó una gran ayuda a Franco. La marina de guerra alemana hostigó sistemáticamente las costas republicanas leales, y colaboró activamente en algunas ofensivas como la ocupación de Málaga en febrero de 1937.

La Italia fascista dio apoyo desde el primer momento al envío de aviones para facilitar el paso del estrecho de Gibraltar y envió tropas voluntarias, que llegaron a ser más de 80.000 soldados regulares con mandos profesionales. Otras unidades menores fueron las remitidas por Portugal (la “Legión Viriato”).

Los apoyos a la República vinieron sobre todo de la URSS como Estado, y secundariamente de Francia, y en cuanto a combatientes de las Brigadas Internacionales, voluntariado internacional que llegó a tener cerca de 50.000 efectivos. El problema para la República estaba en la adquisición de pertrechos y suministros militares a causa de la política de no intervención de las potencias occidentales y al cierre de fronteras, sobre todo con Francia, abierta ocasionalmente. La República financió los envíos con rigurosos pagos a Francia y la URSS con cargo a las divisas y reservas de oro del Banco de España. En septiembre de 1938, el gobierno republicano propuso en la Sociedad de Naciones la retirada de combatientes extranjeros de ambos bandos. Y en noviembre las Brigadas Internacionales abandonaron España.

Las consecuencias de la Guerra Civil fueron en primer lugar demográficas. Se calcula que las víctimas de la contienda superaron el medio millón de personas, incluyendo muertos en combate, bombardeos de ciudades y represalias en retaguardia. Cabe también contabilizar los ejecutados por los vencedores después de la guerra y los exiliados a Francia y países iberoamericanos, como México y Argentina. En conjunto, el país sufrió un hundimiento demográfico de cerca de un millón de personas. Hay que contar además la caída de la natalidad y el ascenso de la mortalidad por hambre, malnutrición y enfermedades en la posguerra. En lo político, se estableció una dictadura militar, que se alargaría cuarenta años, con la pérdida de libertades sociales y políticas y la persecución de cualquier forma de disidencia.

La Ley de Responsabilidades Políticas de los vencedores en 1939 envió a las prisiones y a campos de concentración a todos los combatientes del bando republicano que no huyeron al exilio, y se calcula que aún en 1945 permanecían presos a consecuencia de la guerra unos 100.000 españoles. En muchos casos, las condenas incluían trabajos forzados (vías férreas, carreteras, Valle de los Caídos, etc.). El régimen de Franco se había convertido, en definitiva, en un auténtico estado policial.

El aislamiento cultural y científico fue otra de las consecuencias. La mayor parte de las fuerzas de la cultura que habían apoyado la República fueron aniquiladas o marcharon al exilio. Un 90% de los intelectuales tuvieron que exiliarse, la Generación del 27 casi al completo. El aislamiento cultural y político se agravó en 1946, por la condena de la ONU al régimen y la retirada de embajadores.

Las consecuencias económicas fueron desastrosas. Significaron la destrucción de recursos económicos e infraestructuras, producida por batallas en tierra o bombardeos de ciudades e infraestructuras. La cabaña ganadera se redujo en un 60%, y la agrícola bajó en un 25%. La Hacienda Pública estaba arruinada, y la inflación multiplicó por diez el índice de precios en los años cuarenta. El nivel de renta per cápita de 1935 no se recuperó hasta mediados de los años cincuenta, y el índice de producción industrial de 1929 se recuperó solo en 1950. Por otro lado, España no pudo beneficiarse de las ayudas norteamericanas del Plan Marshall de 1947 por ser una dictadura de corte fascista y estar aislada internacionalmente.

La Dictadura Franquista: Orígenes y Consolidación

Apoyos e Instrumentos del Régimen Franquista

En cuanto a la política interior, y acabada la Guerra Civil provocada por la sublevación fascista, hay que establecer que las bases ideológicas y sociales del franquismo estaban en su carácter antidemocrático y enemigo de las libertades, su oposición extrema al comunismo, su ideología Nacional-Católica radical y la exaltación del caudillaje del General Franco.

El régimen encontró sus principales apoyos sociales en la Iglesia católica, en la Falange y en el ejército. A estos apoyos se unieron los grupos financieros, grandes terratenientes, empresarios industriales y pequeña burguesía provinciana.

El sistema establecido por Franco y sus partidarios no tenía constitución, se impuso la administración franquista y se suprimieron todas las libertades colectivas. Solo estaba permitido el partido del dictador, el “Movimiento Nacional”, y todos los medios de comunicación estaban controlados por el gobierno. Se empezó a imponer en este periodo el sistema totalitario. Este sistema consistió en una extraordinaria acumulación de poderes en manos del dictador, que concentraba en su persona la dirección del Estado, la presidencia del gobierno y el mando supremo del ejército. También existía un solo sindicato vertical bajo dominio del franquismo, y en el que se agrupaban obligadamente los patrones y los obreros bajo el control del dictador.

Las Cortes se vieron restablecidas, pero solo con funciones consultivas y sin ningún poder de control sobre el gobierno y la dirección del Estado. Además, en ellas, solo estaba representado un partido, el del dictador, y únicamente aprobaban las leyes dictadas por Franco.

Bases Ideológicas del Franquismo

El Estado y la Iglesia colaboraron en la afirmación del nacionalcatolicismo, una ideología que consideraba la fe católica consustancial al hecho de ser español, lo cual favoreció la asimilación por las masas y se convirtió en el mejor instrumento de integración de las derechas. A falta de un ideal de movilización laico y democrático, el régimen franquista aprovechó las ventajas de un nacionalcatolicismo que no ponía en peligro su control del poder, conectaba con el pueblo sencillo y legitimaba religiosamente a Franco como “caudillo por la gracia de Dios”.

Otro elemento fue el militarismo, que nunca abandonó el franquismo como resultado de una victoria militar en una guerra civil entre españoles. La apelación a la victoria como razón última de legitimidad del poder de Franco fue empleada con insistencia hasta 1964, en el 25.º aniversario de la dictadura. En opinión de Franco, el ejército era el núcleo de la esencia nacional. A los militares se les confiaron numerosos gobiernos civiles y la responsabilidad del orden público. A pesar de esta militarización del orden, Franco apenas recurrió nunca al ejército para controlar la calle; le bastó con la policía armada y la Guardia Civil, cuyo exagerado número de efectivos hizo de España el país más policial de Europa.

Hay que añadir a los aspectos anteriores el centralismo extremo de la dictadura, negando cualquier tipo de autonomismo o descentralización de la administración a nivel regional o local. Y esto se producía en virtud del nacionalismo españolista del Régimen, utilizado como fórmula popular movilizadora durante los años de aislamiento internacional. El franquismo eliminó del concepto de nación el sentido romántico de comunidad espontáneamente vivida, y lo sustituyó por la idea falangista de unidad histórica de destino dentro del mundo.

En el plano doctrinal, el Régimen planteó el denominado nacionalsindicalismo, la versión española del nacionalsocialismo alemán. A pesar de que en la práctica el franquismo fue capitalista, con una curiosa amalgama de los principios liberales sobre la propiedad y los controles sindicales, laborales y políticos propios del fascismo. En oposición al liberalismo democrático, el franquismo rechazó el sistema de partidos y estableció un único partido: la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista). El concepto de democracia orgánica implicaba que la representación colectiva no se articulaba a partir de los individuos, sino a partir de las unidades que se consideraban orgánicas o naturales de la sociedad: la familia, el municipio y el sindicato, mediante la designación y elección directa de los candidatos.

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