Cuba: La Joya de la Corona y la Guerra de los Diez Años

Cuba, la joya de la Corona

Por su valor económico y por la fidelidad de los criollos a la Corona, Cuba había sido considerada siempre más como un territorio metropolitano que como una colonia, por lo que los lazos sentimentales eran muy fuertes. El valor económico se fue incrementando durante el siglo XIX, especialmente cuando se convirtió en la primera productora mundial de caña de azúcar, además de una elevada producción de café y tabaco, controlados por hacendados criollos, que en el momento de la independencia, prefirieron la fidelidad al Reino antes que caer en manos de revolucionarios independentistas o de negros emancipados. Sin embargo, esta fidelidad fue decayendo con motivo de la política abolicionista del Estado español. La abolición de la esclavitud en las plantaciones era ya un hecho constatable a nivel internacional; la caída del precio y las fluctuaciones del mercado norteamericano de la caña de azúcar, aconsejaban un cambio de política.

La Guerra de los Diez Años (1868-1878)

Aprovechando la Revolución del 68 español, un rico hacendado partidario de la independencia, Manuel Céspedes, iniciaba la sublevación (grito de Yara), que daba origen al conflicto. Estuvo protagonizada y dirigida por la burguesía criolla, apoyada por una guerrilla de mestizos y negros liberados de la esclavitud. Concluida la Tercera Guerra Carlista, el gobierno enviaba un ejército con cien mil hombres, al mando del General Martínez Campos, que lograría la Paz de Zanjón, con la promesa de amnistía, reformas y autonomía para la isla. Pero España no cumplió sus promesas. Cuando, a finales de 1894, los liberales sacaban adelante un tímido proyecto autonomista para la isla, ya era demasiado tarde.

Levantamiento final (1895-1898)

En 1895 estalló la revuelta, bajo la dirección de José Martí (dirigente e ideólogo del Partido Revolucionario Cubano). La contienda tenía un alto contenido revolucionario por parte de los insurrectos cubanos, en gran medida campesinos impulsados por las ideas de Martí, que fallecería al poco de comenzar la guerra. España envió al General Martínez Campos, que dimitió y fue sustituido por el General Weyler, favorable a una línea dura, cuyo objetivo era la victoria militar sin concesiones. Fue destituido en 1897 para retomar la vía de la negociación, aunque ya era demasiado tarde.

La Crisis del 98

El imperio ultramarino español quedó limitado a las islas Carolinas, Marianas y Palaos, que serían vendidas a Alemania poco después. Pero los verdaderos perdedores del conflicto fueron los soldados sacrificados, todos ellos reclutados entre las clases trabajadoras nacionales por el sistema de cuotas: los jóvenes españoles eran llamados a quintas pero podían librarse del servicio militar si pagaban una elevada cantidad de dinero en concepto de redención. La burguesía nunca quiso acabar con este sistema puesto que no estaba dispuesta a sacrificar a sus hijos en guerras coloniales, compartiendo miserias con campesinos y obreros. Hasta 1912 no se instauró el servicio militar obligatorio. El 30 de febrero de 1899 nada quedaba del inmenso imperio colonial español. De los 200.000 soldados enviados a Cuba, murieron 96.000, la mayoría de ellos víctimas de la malaria, la disentería y la fiebre amarilla. Así, 1898 fue el año del desastre; los españoles tenían la sensación de haber sido humillados y engañados por unos políticos irresponsables, que habían llevado al país a una guerra perdida de antemano, y por una prensa que había ocultado la verdad y les había hecho concebir ilusiones acerca del final del conflicto.

El Golpe de Estado

El 13 de septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, mandó ocupar los servicios telefónicos de Barcelona y leyó un comunicado en el que expresaba que estaba dando un Golpe de Estado. El rey, Alfonso XIII, actuó de forma dubitativa, y dos días después decidía encargar gobierno al golpista, quien en ese momento se convirtió en Dictador militar único, aunque contaría con la asistencia de un Directorio Militar. Socialistas y anarquistas también mostraron una sorprendente pasividad, quizás influidos por el poco afecto que sentían por el régimen de la Restauración. Los socialistas encontraron la tolerancia del régimen hacia las Casas del Pueblo y el diario El Socialista. La UGT mantuvo una situación similar, incluso Largo Caballero pudo participar en la Organización Corporativa Nacional (los sindicatos oficiales). La Lliga Regionalista no se pronunció. El nacionalismo conservador de Cambó quedó desprestigiado, pasando el control al nacionalismo de izquierdas, de Maciá.

Los éxitos iniciales (1923-1925)

La figura de Primo de Rivera no se parece en nada a la de los Fascismos, con los que coexiste: no encabezó ningún partido, no disponía de ideología y carecía de carisma. El régimen de la dictadura suspendió la Constitución (no la derogó), mostrando su carácter transitorio. La acción gubernamental fue el resultado más de la improvisación que de la puesta en práctica de un verdadero programa político y su permanencia se debió a los éxitos iniciales: RESTABLECIMIENTO DEL ORDEN PÚBLICO: la crítica situación que vivía el país se concretó en la merma de libertades públicas, la prohibición de reunión y asociación y la censura de la prensa, entre otras medidas. Los anarquistas fueron perseguidos, condenados a la clandestinidad y sus locales fueron clausurados. La bandera y el himno catalán fueron prohibidos y el uso de su lengua se restringió al ámbito privado. Los Gobernadores civiles, Diputaciones y Ayuntamientos fueron destituidos, poniendo en su lugar a militares. En octubre de 1923, se creó el partido único: la Unión Patriótica, cuyo lema era “Religión, patria y monarquía”, al que pronto se adhirieron la oligarquía terrateniente, la burguesía industrial y algunos residuos de los partidos del turno. En ningún caso, se celebraron elecciones. FINAL DE LA GUERRA DE MARRUECOS: el error táctico del líder rifeño, Abd-el-Krim, de atacar las posiciones francesas, conllevó una alianza hispano-francesa, con la victoria en el Desembarco de Alhucemas (1925) y la rendición marroquí en 1927. El dictador lograba dar por zanjado un conflicto espinoso y procedía a aumentar el prestigio de la elite militar.

Del Directorio Civil a la caída de la Dictadura (1925-1930)

En diciembre de 1925 el Directorio Militar era sustituido por otro de corte civil. En 1927 la Asamblea Nacional Consultiva elaboraba un anteproyecto de constitución, que no llegó a entrar en vigor. La permanencia de la dictadura se debió durante estos años a la bonanza económica (son “los felices veinte” en la economía internacional) y a otros aspectos de la política interior: construcción de pantanos y de 7000 kilómetros de carreteras, electrificación y mejora de las líneas férreas, financiación de monopolios estatales (como Telefónica o CAMPSA), inauguración de los primeros Paradores Nacionales (Gredos y Mérida). Sin embargo, la Dictadura debió afrontar también una fuerte oposición e incluso pronunciamientos militares, así como huelgas de estudiantes y descalificaciones personales de intelectuales (tal fue el caso de Blasco Ibáñez o Unamuno). Cada vez más aislado políticamente, el dictador decidió hacer una consulta a los capitanes generales para saber si contaba con su apoyo. La respuesta le demostró que estaba completamente solo, por lo que decidió presentar al rey su dimisión el 28 de enero de 1930.

Tipo: secundario, mapa de coropletas y gráfico socioeconómico

-El mapa muestra la incidencia de la huelga por provincias, utilizando tres colores. Mayor incidencia (1918-21): Andalucía central y occidental, provincias de bastante incidencias: Levante, Castilla y León, Zaragoza, Madrid, focos principales de 1917: Asturias, Barcelona, Valencia y Alicante. -El gráfico incluye un eje de coordenadas: en la línea de abscisas: años de 1905 a 1923, en la línea de ordenadas: el n° de huelgas (de 200 en 200), el interior del contiene una línea continua que detalla el n° de huelgas por año. -<200: desde 1905-10-unas 300: 1911-15-desciende en 1916-apogeo: 1917-21-1919 >1000. Desde el comienzo del reinado de Alfonso XIII en 1902, fueron muchas las reivindicaciones de las clases populares y la conflictividad laboral. La huelga de 1917 fue una más (huelga general de 1910 y 1911, ferroviaria de 1912 y 1916, etc.), pero su relevancia está en que constituyó un factor esencial en la crisis general de 1917. Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, el gobierno de Dato declaró la neutralidad de España. La guerra tuvo efectos económicos y sociales muy importantes para España, que pasó a ser suministradora de materias primas y alimentos a los contendientes. Aumentaron las exportaciones, pero también la subida de los precios en España. Las clases bajas perdieron poder adquisitivo y aumentó la conflictividad social. En medio de un clima de tensiones políticas y sociales, en el verano de 1917 el sistema político de la Restauración atravesó por una de las situaciones más críticas, al confluir tres tipos de conflictos: militares (creación de Juntas de Defensa con objetivos económicos y profesionales), políticos (creación de la Asamblea de Parlamentarios en Barcelona en julio de 1917 para formar un gobierno provisional y cortes constituyentes) y sociales: huelga general de agosto. Desde el punto de vista internacional, hay dos hechos que influyen en esta huelga: la Revolución Rusa de febrero que impactó en la clase obrera y la Primera Guerra Mundial, que trajo escasez de los alimentos y subida de los precios que afectó sobre todo a la clase obrera. Esto produjo una radicalización de la población tanto en el medio rural como en el urbano. En marzo de 1917 las dos organizaciones sindicales rivales, UGT Y CNT, suscribieron un manifiesto convocando una huelga general. Sus reivindicaciones eran laborales, pero también exigen un cambio político, lo que hace que se la pueda calificar como una ‘huelga revolucionaria’. Debería servir para derrocar el régimen e implantar una república democrática. En agosto de 1917 estalló la huelga general, pero solo tuvo una especial intensidad en los centros industriales de Madrid, Barcelona, País Vasco y Asturias, donde se produjeron los incidentes más graves. El ejército cumplió la orden de disparar contra los obreros, y se produjeron 71 muertos y 2000 detenidos en todo el país. Los miembros del comité de huelga fueron detenidos y condenados a cadena perpetua, que no llegaron a cumplir, pues al año siguiente salieron elegidos diputados. La huelga fue un fracaso debido a la intervención del Ejército y a las desavenencias internas entre la UGT y la CNT, que presentaban objetivos y tácticas muy diferentes. Los anarquistas deseaban la abolición del Estado con todas sus instituciones, la supresión de la propiedad privada y la defensa del colectivismo, la revolución violenta… Los socialistas eran partidarios de participar en el sistema, y se centraron en reivindicaciones laborales, preocupados por mejoras en salarios, horarios y condiciones de trabajo. Esta huelga tuvo muchas y graves consecuencias: supuso la crisis del turnismo, y de la Restauración, la radicalización del movimiento obrero y la división entre la CNT Y UGT, que fracasara la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona y que las Juntas de Defensa se acercaran al rey.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *