Introducción al Estudio Histórico
FUENTE: Fuentes primarias, fueron producidos de forma contemporánea al acontecimiento que se está estudiando.
NATURALEZA:
- Jurídicos: Constituciones, leyes, tratados internacionales, estamentos…
- Literarios: Literatura.
- Historiográficos: Obras de historia, crónicas.
ENCUADRE ESPACIO-TEMPORAL: Cuándo y dónde.
3. El Consulado y el Imperio Napoleónico
El golpe de Estado de Napoleón fue apoyado por la mayoría de la burguesía, pues quería consolidar los principios moderados de la Revolución. En 1799 quedó inaugurado un gobierno personalista y autoritario conocido como Consulado, cuyos objetivos eran la reactivación económica y acabar con la inestabilidad de la Revolución.
A partir de 1803, Napoleón inició la conquista de Europa y en 1804 se hizo coronar emperador por el Papa. Su objetivo era conseguir una Europa unida bajo su autoridad y acabar con el absolutismo. Sus novedosas tácticas militares le permitieron vencer a las potencias absolutistas que se habían aliado (Austria, Rusia, Prusia) con Inglaterra. Sus conquistas fueron anexionadas a Francia directamente o se crearon estados satélites, como ocurrió con España desde su invasión en 1808, que quedó en manos de José Bonaparte, hermano del Emperador.
Aunque las invasiones napoleónicas despertaron las simpatías de los liberales europeos al acabar con el absolutismo y el derecho feudal, también provocaron un sentimiento antifranceses ante la dureza de la invasión y posterior ocupación. En lugares como Alemania, Italia, España o Polonia surgieron movimientos de resistencia a la invasión y despertó un sentimiento patriótico que estimuló los movimientos nacionalistas de mediados del siglo XIX (que estudiaremos más adelante).
La imposibilidad de conquistar Rusia (buscar información) y de someter a España supusieron el declive del emperador. En 1815, en Waterloo, Prusia e Inglaterra derrotaron al ejército imperial. Napoleón abdicó y fue desterrado a la isla de Santa Elena.
6. Las Revoluciones Liberales y Nacionales
La plasmación práctica de esta ideología se consiguió tras las sucesivas oleadas revolucionarias que jalonaron la primera mitad del siglo XIX: 1820, 1830 y 1848.
6.1 – Las revoluciones de 1820
La oleada revolucionaria que recorrió Europa en 1820 afectó fundamentalmente al área mediterránea, más concretamente a España y Grecia. En España, Fernando VII, tras su vuelta, había reimplantado el Antiguo Régimen e iniciado una caza de liberales. En 1820 se da un golpe de Estado, el rey asustado jura la Constitución de 1812 y España se convierte en un país liberal. Este experimento acaba cuando tres años más tarde las tropas de la Santa Alianza restablecen a Fernando VII como rey absoluto (estudiaremos en profundidad).
En Grecia, la revolución tiene un carácter nacionalista; siglos de dominación turca no han acabado con la lengua griega y la religión cristiana ortodoxa, que se convierten en las señas de identidad del nacionalismo griego. Toda Europa se volcó con la causa griega y, por fin, tras una larga guerra que duró casi una década, el país, cuna de la civilización occidental, consiguió su independencia en 1829. En América continental, las colonias españolas se enfrentaron a la metrópoli y se declararon independientes.
6.2 – Las revoluciones de 1830
Tuvieron mayor relevancia y trascendencia que las de 1820. El epicentro de estos movimientos, al igual que en 1789, fue Francia. En julio de 1830, el pueblo de París se precipitó a la calle y, atrincherado en barricadas, consiguió derrotar al ejército real. El monarca Carlos X tuvo que exiliarse y los diputados nombraron rey a Luis Felipe de Orleans, quien instauró un régimen político liberal con sufragio censitario. Francia se dotó de una Constitución más liberal.
En Bélgica, en 1830 se inició en Bruselas una revuelta contra el dominio de Holanda. El movimiento se extendió rápidamente y permitió declarar la independencia de Bélgica. En Polonia, dominada por el Imperio Ruso, en 1831 estalló una revuelta que fue duramente reprimida por el ejército zarista.
6.3 – Las revoluciones de 1848
La oleada revolucionaria de 1848 se inició, al igual que la de 1830, en Francia y se extendió a continuación a gran parte de Europa. Es conocida con el nombre de “Primavera de los pueblos”. Sus causas fueron:
- La crisis económica de Francia.
- La negación de derechos y libertades a importantes sectores de la sociedad francesa: la monarquía de Luis Felipe de Orleans sólo satisfacía los intereses de la alta burguesía, en tanto que la pequeña burguesía como el proletariado quedaban política y económicamente desatendidos.
La revolución triunfó en Francia, que dejó de ser una monarquía y se convirtió en una república social; se reconocieron los derechos de los trabajadores y se impuso el sufragio universal (II República). En el Imperio austriaco, en la Confederación germánica y en los Estados italianos hubo diversas revoluciones democráticas, pero fueron reprimidas.
Balance de las revoluciones de 1848
Una buena parte de la pequeña burguesía, temerosa de una revolución social, abandonó su alianza con el proletariado y se unió a la gran burguesía. A pesar de ese fracaso, los hechos acontecidos en 1848 supusieron la aparición de los ideales democráticos (sufragio universal frente al censitario defendido por liberales) y la incorporación a la lucha política de la clase trabajadora.
6.4 – El nacionalismo y las unificaciones de Italia y Alemania
A principios del siglo XIX, Italia estaba dividida en distintos Estados y Austria había incorporado a su Imperio Lombardía y el Véneto. Por su parte, Alemania también se encontraba disgregada en varios estados, y Prusia y Austria se enfrentaban por el control de sus territorios.
Unificación italiana
En 1859, el Piamonte gobernado por Cavour inició un proceso de unificación para anexionar Lombardía tras enfrentarse a Austria. Al mismo tiempo, Garibaldi dirigió un levantamiento popular para acabar con los estados absolutistas del centro y sur de Italia. En 1861, el primer Parlamento italiano coronó a Víctor Manuel II de Saboya como rey de Italia. Más adelante, los austriacos abandonaron el Véneto y se anexionaron los Estados Pontificios.
Unificación de Alemania
Prusia en 1834 potenció una unión aduanera, Zollverein, que agrupaba gran parte de los estados alemanes. En 1848, un parlamento reunido en Frankfurt intentó unificar Alemania, pero acabó en fracaso puesto que el rey de Prusia no aceptó la corona de Alemania. En 1860, con el ascenso al trono de Prusia de Guillermo I y el nombramiento de Bismarck como canciller, se inició una política agresiva con los estados vecinos (Austria, Dinamarca y Francia). La victoria en estos conflictos permitió unir a todos los estados alemanes; en 1871 se produjo la proclamación del II Reich (Imperio) y de Guillermo como Kaiser (Emperador).
5. Liberalismo y Nacionalismo
El liberalismo es una corriente que exalta y defiende los valores del individuo y sus derechos frente a la injerencia del Estado y los poderes públicos en todos los aspectos de la vida. Sus rasgos estrictamente políticos son:
- La defensa de las libertades y los derechos individuales de pensamiento, conciencia y asociación.
- La igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley.
- La soberanía nacional por la cual el poder reside en el pueblo y no en el monarca, tal y como el legitimismo de la Restauración sostenía.
- La división de poderes: El poder legislativo estará representado en el parlamento, el poder ejecutivo en manos del rey o del presidente de la República y el poder judicial estará en manos de los tribunales y los jueces.
- La ordenación del régimen político mediante una Ley Fundamental o Constitución que estuviese por encima del rey y encarnase la soberanía nacional.
El nacionalismo es la ideología que tiene como objetivo la creación de una comunidad diferenciada, asentada sobre un territorio propio y con derecho a formar un Estado. A lo largo del siglo XIX, esta constituyó una corriente que impulsó la creación de nuevos estados nacionales, al tiempo que reforzaba los lazos entre los ciudadanos de los ya existentes.
Nacionalismo y liberalismo jugaron un importante papel a lo largo del siglo XIX, especialmente durante la primera mitad. Según los liberales, la soberanía residía en la nación, por ello era necesaria la existencia de una comunidad cohesionada y libre, con unos rasgos comunes (lengua, cultura, historia) que pudiese expresarse a través de un Estado nacional.
