Transformaciones Socioeconómicas en España (1800-1875)
En el periodo comprendido entre 1800 y 1875, la economía española experimentó una salud precaria. Su desarrollo estuvo condicionado por los siguientes factores clave:
1. Volumen de Población
El aumento de la población española en este periodo se explica por:
- Disminución de la mortalidad catastrófica y de las epidemias.
- Avances médicos e higiénicos.
- Mejora en la alimentación.
- Inicio de la industrialización y la construcción del ferrocarril.
A pesar de este crecimiento, el aumento demográfico español fue inferior a la media europea. La población se redistribuyó por la península, con movimientos desde el interior de cada provincia hacia sus capitales y en dirección a las grandes ciudades (Barcelona, Madrid, Bilbao). Las costas también actuaron como centros de atracción. Las regiones con mayor número de emigrantes fueron Galicia y Andalucía.
2. Falta de Capitales
España carecía de capital suficiente para financiar innovaciones técnicas en la industria y establecer una red viaria de carreteras que facilitara el comercio a costes razonables (lo que afectaba también a la agricultura y al comercio en general). El Estado se encontraba sin fondos debido a conflictos como la Guerra de la Independencia y las guerras carlistas.
El crecimiento demográfico, al no ser muy elevado, limitaba el número de productores y consumidores. Las comunicaciones eran deficientes debido a la orografía del terreno, lo que encarecía las infraestructuras. Además, la industria estaba muy localizada, provocando desajustes entre zonas altamente industrializadas (como Cataluña y las Vascongadas) y aquellas con sectores más tradicionales, generando importantes desequilibrios zonales.
3. Estructura Social
España era un país predominantemente agrícola y rural, con una industria incipiente. La base social estaba compuesta por:
- Aristocracia terrateniente: Poseía una mentalidad de corte medieval e incapaz de impulsar la Revolución Industrial. Sus rentas del campo se destinaban a menudo a negocios especulativos.
- Burguesía: Aunque poseía una mentalidad emprendedora y de negocios, su reducido número en el conjunto de la sociedad limitaba la fuerza de sus propuestas. Políticamente, carecía aún de los recursos necesarios para generar cambios significativos. Sus rentas procedían del campo, el comercio, el colonialismo y la bolsa. Existía una burguesía comercial e industrial.
- Campesinado: Constituía un sector muy amplio, con muchos individuos sin trabajo. Las ciudades, por su parte, no estaban lo suficientemente desarrolladas para absorberlos como mano de obra.
4. Las Políticas Desamortizadoras
Las políticas desamortizadoras implementadas durante este siglo tuvieron, en resumen, una eficiencia limitada, fueron mal gestionadas y no produjeron el efecto esperado. La economía española estuvo fuertemente marcada por ellas.
4.1. Intentos Previos: Jovellanos
Ya desde el intento de Jovellanos de realizar una colectivización de las tierras (para que pasaran a manos del Estado y fueran posteriormente vendidas y repartidas), se manifestó la oposición de la nobleza a perder sus bienes raíces, lo que impidió que esta política se llevara a cabo.
4.2. Desamortización de Mendizábal (1837)
En 1837, Mendizábal llevó a cabo una desamortización de tierras, principalmente eclesiásticas, con el objetivo primordial de obtener fondos para la guerra contra los carlistas, y no tanto para crear una clase de pequeños propietarios, que habría sido un propósito más digno. Estas tierras se vendieron a precios muy bajos a la oligarquía, sin establecer un tope en la venta. Como consecuencia, quienes ya carecían de tierras continuaron en la misma situación, y se produjo un aumento del latifundismo. Otros efectos importantes fueron el éxodo rural y la proletarización de los campesinos, que se convirtieron en obreros industriales.
4.3. Desamortización de Madoz (1855)
En 1855, Madoz realizó una desamortización civil, que afectó a los bienes de concejos y propios. Esta resultó ser aún más perjudicial que la anterior. Los campesinos que tenían tierras en arriendo (de concejos o propios) se quedaron sin ellas, y su situación contractual con los nuevos arrendatarios empeoró considerablemente.
Toda esta situación provocó un fuerte éxodo rural y una emigración que las ciudades no fueron capaces de absorber, lo que dio origen a desórdenes públicos.
Consecuencias de los Condicionantes Económicos
Agricultura
En el sector agrícola, solo se realizó una reforma parcial. Predominaron los cultivos de subsistencia y los policultivos, mientras que los latifundios aumentaron significativamente con las desamortizaciones, resultando en un bajo número de propietarios. Contrariamente a lo esperado, nunca se produjo una roturación masiva de nuevas tierras. Los cultivos predominantes fueron cereales, vid y olivo (especialmente en La Rioja y La Mancha). A pesar de la mayor extensión de tierras cultivables, apenas hubo renovación técnica. A finales del siglo XIX, el 65% de la población activa seguía trabajando en el sector primario. El capital extranjero estuvo muy presente en firmas como Ferry, Docmeg y Osborne.
Industria
Hasta mediados del siglo XIX, la producción manufacturera era mayoritariamente artesanal y de ámbito local. A partir de la segunda mitad del siglo, comenzó un cierto despegue industrial. Las causas de esta tardía industrialización fueron:
- Carencia de capital procedente de la agricultura (debido a la ausencia de una reforma agraria profunda).
- Insuficiencia de recursos energéticos, con carbón de baja calidad.
- Población campesina con rentas bajas (el 65% de la población), lo que limitaba la demanda y el consumo.
- Dependencia del capital extranjero (francés para el ferrocarril, británico para la minería).
- Concentración empresarial en unos pocos enclaves (Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia).
La siderurgia del País Vasco tuvo una producción limitada, y el resto de la minería (como la hulla en Asturias) fue explotada con capital exterior de Bélgica, Francia o Gran Bretaña. La industria textil en Cataluña, que llegó a ser la cuarta potencia a nivel mundial, sufrió un estancamiento durante la Guerra de Secesión Americana debido al freno en la importación de algodón.
Ferrocarril
La primera línea ferroviaria, Barcelona-Mataró, se inauguró en 1848, con una extensión de 29 km. El tendido del ferrocarril en España fue posible gracias al aporte de capital extranjero, fundamentalmente de Francia e Inglaterra, facilitado por leyes que permitían la importación de cualquier producto necesario para su construcción. El ferrocarril respondía más a necesidades de orden político (la búsqueda de control centralizado desde Madrid sobre todos los territorios peninsulares) que económicas. No obstante, también fue importante económicamente (aunque su impacto no fue tan significativo debido a la escasa industrialización) porque permitió el intercambio de productos entre diferentes zonas a un precio razonable y contribuyó a la formación de un mercado nacional, lo que pudo estimular la demanda e impulsar la producción y las inversiones tanto en el sector agrario como en el industrial. En definitiva, mejoró las comunicaciones. A finales de siglo, la red ferroviaria estaba terminada, aunque resultó muy costosa y con una estructura deficiente, predominantemente radial.
Financiación
En España, la inversión en industria era limitada debido a la escasa rentabilidad agrícola, las dificultades del transporte y la falta de recursos energéticos, lo que obligó a recurrir al capital extranjero. La creación de un mercado financiero español se inició con Fernando VII, quien impulsó la creación del Banco de San Fernando (futuro Banco de España), que emitía la moneda nacional y, de esta manera, pudo favorecer préstamos e inversiones.
Se promulgó el Código de Comercio, y la Bolsa de Madrid permitió invertir capitales, adecuados a las posibilidades de cada uno, en proyectos de gran envergadura (como ferrocarriles o deuda pública) o en otros de menor tamaño.
Una vez puesto en marcha este mercado financiero, el capital de origen español se invirtió preferentemente en:
- Compra de tierras.
- Creación de pequeñas y medianas empresas industriales y comerciales.
El Movimiento Obrero en España en el Siglo XIX
En España, el retraso en el inicio de la industrialización condicionó la tardía aparición de la clase obrera y del movimiento obrero. A partir de 1868, se observa una actividad relevante en este ámbito.
Condiciones de la Clase Obrera
La situación de los obreros era precaria, similar a la de otros países, caracterizada por:
- Largas jornadas laborales.
- Viviendas infrahumanas.
- Condiciones higiénicas miserables.
Esta situación, ya de por sí mala, empeoró con la introducción de las máquinas en el proceso productivo, lo que generó más paro y un ritmo de trabajo frenético. Estos hechos provocaron actitudes ludistas, es decir, la destrucción de máquinas como medida de protesta.
Orígenes del Asociacionismo Obrero y la Influencia Ideológica
A mediados de siglo, surgieron los primeros intentos de asociacionismo obrero, como la Sociedad de Protección Mutua de Tejedores de Algodón.
Paralelamente, comenzaron a llegar a España ideas y corrientes de pensamiento de tono socialista, como las de Fourier.
A partir de 1868, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) llegó a España a través de su delegado Fanelli, quien introdujo una tendencia ideológica marcadamente anarquista, que afectó principalmente a Cataluña.
Posteriormente, un nuevo delegado de la AIT, Lafargue, transmitió ideas de corte ideológico marxista. Estas ideas se asentaron sobre todo en Madrid, donde destacaron figuras como Anselmo Lorenzo y Pablo Iglesias, quienes formaron la nueva Federación Socialista de Madrid.
Prohibición y Clandestinidad
Tras la Primera República y la Restauración, la AIT y el asociacionismo obrero fueron prohibidos. El movimiento obrero, entonces, actuó desde la clandestinidad. En 1879, Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y, en 1888, la Unión General de Trabajadores (UGT).