Fernando VII: Restauración, Liberalismo y Década Ominosa en España

El Reinado de Fernando VII

La Restauración Absolutista (1814-1820)

Entró en España en 1814 con un gran apoyo popular; su regreso simbolizaba el final de la guerra y la esperanza de la recuperación del país.

Recibió dos apoyos, uno militar y otro político, que reafirmaron sus intenciones de derogar la Constitución y restaurar el absolutismo. Un grupo de diputados conservadores presentó el Manifiesto de los Persas, que exigía la abolición de la Constitución de Cádiz y la reimplantación del absolutismo para poner fin a la anarquía en que, según ellos, había desembocado la aprobación de las reformas liberales.

La Constitución fue derogada y se recuperaron las instituciones de gobierno propias del Antiguo Régimen. Se disolvieron las Cortes y el rey recuperó el poder absoluto.

Los liberales fueron condenados a prisión o a destierro y los sectores más conservadores de la sociedad recuperaron sus privilegios. En lo referido a la Iglesia, se restauró el Tribunal de la Inquisición y se aceptó el regreso de los jesuitas, que habían sido expulsados por Carlos III.

El rey se negó a devolver aquellas propiedades que se habían expropiado antes de 1814. El motivo fue la delicada situación que vivía la Hacienda española tras la guerra. No obstante, al restablecer los antiguos privilegios, la nobleza y el clero dejaron de pagar impuestos.

Tras la caída de Napoleón en 1815, algunas de las principales potencias europeas, como Austria, Rusia, Prusia y la misma Francia tras la recuperación de la monarquía borbónica, se unieron en una coalición llamada la Santa Alianza con el objetivo de restaurar y defender las monarquías absolutas.

El Antiguo Régimen no ayudó al país a recuperarse de la grave situación económica que sufría tras seis años de continua guerra. La economía se había quedado paralizada. El Estado estaba en bancarrota económica; a esto hubo que añadir el desarrollo de los movimientos emancipadores de las colonias americanas, lo que provocó un fuerte incremento de los gastos militares, ya que el conflicto interrumpió la llegada a España de los ingresos que proporcionaban estos territorios.

La guerra también implicó cambios en el ejército. Campesinos o miembros de la burguesía urbana se convirtieron en oficiales. Este proceso puso fin al concepto del antiguo ejército real, al servicio del monarca y liderado por miembros de la nobleza. Empezó a contar con un ejército nacional que incorporaba diferentes ideologías.

Favoreció las rebeliones militares o pronunciamientos, protagonizados por militares afines a la ideología liberal.

El Trienio Liberal (1820-1823)

Los pronunciamientos anteriores habían fracasado. El coronel Rafael del Riego proclamó la Constitución en Cabezas de San Juan.

La rebelión tuvo seguimiento en otras importantes ciudades, y el rey Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución y convocar las Cortes. Así se implantó el Estado liberal proyectado en Cádiz.

Se recuperó parte de la obra legislativa de Cádiz, como la supresión de la Inquisición.

Cabe destacar la creación de la Milicia Nacional, un cuerpo de voluntarios armados encargados de conservar el orden público y defender el régimen constitucional de conspiraciones y levantamientos.

Se presentaron diferentes problemas. Los liberales seguían siendo minoría a pesar de los instrumentos de difusión de ideas que tenían a su disposición. Aquellos que provenían de la experiencia constitucional de 1812 eran moderados, pero los más jóvenes, protagonistas de este pronunciamiento de 1820, buscaban reformas más radicales, por lo que se los llamó exaltados.

Existía también una oposición absolutista constante ejercida por las clases privilegiadas y el mismo monarca.

La reacción popular fue indiferente, y algunos campesinos salieron perjudicados por los impuestos creados por el nuevo Gobierno liberal. Algunos se sumaron a las partidas de guerrilleros que luchaban por el retorno del absolutismo. Estos grupos, llamados realistas, fueron ganando terreno en áreas rurales. Se llegó a crear una regencia absolutista situada al pie de los Pirineos.

El Gobierno liberal sobrevivió a estos problemas, y su caída se debió a una intervención militar extranjera. El pronunciamiento liberal estimuló otros lugares de Europa y las potencias de la Santa Alianza decidieron intervenir.

Los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército absolutista francés, derrocaron el régimen liberal y restauraron el absolutismo en el Estado español.

La Reacción Absolutista: La Década Ominosa (1823-1833)

Al recuperarse el absolutismo, Fernando VII inició una etapa de represión que los liberales llamaron ominosa.

La mayor parte de las personalidades que habían participado en el Gobierno liberal fueron perseguidas y tuvieron que exiliarse; hubo numerosas ejecuciones, como las de liberales destacados como José María Torrijos o Mariana Pineda.

El Tribunal de la Inquisición no fue restaurado, pero los obispos crearon los llamados tribunales de fe. Estos se encargaron de proteger los valores del absolutismo ejerciendo represión social y cultural.

Se cerraron periódicos y universidades; asimismo, se restableció la censura.

La situación económica del Estado era insostenible y requería medidas administrativas modernizadas y más propias del sistema liberal. Fernando VII tuvo que reformar la Hacienda, institucionalizar el Consejo de Ministros, etc.

El resultado fue una fórmula cercana al reformismo de los ilustrados que no fue del agrado de los liberales más exaltados ni de los defensores del absolutismo más radical, los llamados realistas o apostólicos.

La oposición liberal continuó activa en sociedades secretas clandestinas. Existía otro sector liberal más moderno que consideraba que la vía más segura y factible era la unión con aquellos absolutistas que también eran partidarios de las reformas.

Los realistas no aprobaron las reformas administrativas y siguieron actuando a través de la guerrilla. Contaban con la ayuda de la Iglesia y de los campesinos de algunas zonas rurales.

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