1. La Sublevación Militar y el Inicio de la Guerra Civil
La sublevación comienza a fraguarse tras la derrota de la derecha en las elecciones de 1936. El gobierno del Frente Popular, dirigido por Azaña, reanuda la reforma agraria, absuelve a los encarcelados por la Revolución de Octubre de 1934, restituye el estatuto catalán y prepara el vasco y el gallego. Estas medidas se tomaron en medio de un clima de conflicto entre el gobierno y parte de los socialistas que pedían moderación, y los socialistas radicalizados que, aliados con el PCE y los anarquistas, querían una revolución social. En la derecha crece el apoyo al golpe que preparaban los militares dirigidos por Mola, de manera que el gobierno alejó a los generales sospechosos como Franco de Madrid. Además, lo que también aceleró el golpe fue el asesinato del teniente Castillo y Calvo Sotelo.
El 17 de julio comienza la sublevación en Marruecos y el 18 de julio se extiende a Canarias, Baleares y la Península. Mientras tanto, Casares Quiroga, jefe de Gobierno, dimite tras negarse a repartir armas a los partidos y sindicatos de izquierda. El 19 de julio, el nuevo gobierno, dirigido por José Giral, procede a dicho reparto, lo que permite frenar la sublevación en las principales ciudades. El fracaso del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, Baleares, Navarra, Canarias, Andalucía occidental y las ciudades de Zaragoza, Oviedo y Granada. La llamada zona nacional controlaba las regiones cerealeras, parte de las mineras y contaba con un ejército organizado y tropas de élite (legionarios y regulares). El golpe fracasó en Asturias, Cantabria, Andalucía Oriental, Cataluña, Levante, País Vasco y Castilla-La Mancha. Esta zona republicana controlaba las regiones industriales y parte de las agrícolas, además disponía del oro del Banco de España, pero el ejército quedó desarticulado.
2. La Dimensión Internacional del Conflicto
La Guerra Civil también repercutió y se reflejó en la confrontación internacional entre el fascismo y el comunismo (los totalitarismos) y entre las democracias liberales en los años 30. Las dictaduras alemana, portuguesa, italiana y los partidos conservadores de otros países fueron favorables a los sublevados. La ayuda ítalo-alemana comenzó con el puente aéreo; dichas tropas y armamento dieron la superioridad a Franco. A cambio, Italia y Alemania obtenían un aliado ideológico y beneficios estratégicos. Portugal permitió el paso de armas y suministros.
La República primero acudió a Francia y Reino Unido, pero el gobierno conservador inglés y el de izquierda francés trataron de evitar una guerra europea. Con el apoyo de otros países se creó el Comité de No Intervención, con el compromiso de no facilitar ayuda material a ninguno de los bandos, compromiso que ni Alemania ni Italia respetaron. La URSS fue la única potencia que ayudó a la República; además de ayuda material, pagada con el oro del Banco de España, envió asesores militares e impulsó la creación de las Brigadas Internacionales, que jugaron un papel importante en la guerra. La ayuda soviética reforzó la influencia del PCE en el gobierno.
3. La Evolución de las Dos Zonas
La Zona Republicana
La zona republicana perdió el control del poder, que pasó a manos de comités locales y regionales organizados por partidos y sindicatos. Estos comités desencadenaron una revolución social que colectivizó transportes, industrias y tierras, sobre todo en las zonas controladas por la CNT-FAI y el POUM. En septiembre de 1936, los republicanos lograron establecer un gobierno de unidad dirigido por Largo Caballero (socialista).
El objetivo de este gobierno era recuperar y centralizar el poder para afrontar la guerra, pero la tarea era difícil porque había dos modelos de cómo debía ser la República:
- Por un lado, la CNT-FAI y el POUM defendían «la revolución y la guerra al mismo tiempo».
- Por otro lado, el PSOE y el PCE defendían «primero la guerra y después la revolución».
Estos dos modelos acabaron chocando en Barcelona en mayo de 1937, cuando el gobierno de la Generalitat trató de tomar el control de la Telefonía de Barcelona. Este intento desencadenó una insurrección y los combates callejeros se extendieron por Barcelona, siendo así la CNT-FAI y el POUM duramente reprimidos. La crisis de Barcelona provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El nuevo gobierno, presidido por Negrín, impuso la centralización y organizó el Ejército Popular, apoyado por el PCE y recibiendo ayuda soviética.
En 1938, la República quedó dividida en dos zonas y surgieron de nuevo posturas enfrentadas: Negrín, apoyado por el PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la «resistencia a ultranza«, mientras que algunos dirigentes anarquistas y socialistas hablaban de la necesidad de negociar la rendición. En la zona republicana, los grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las clases adineradas. Tras el caos inicial, en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco a poco la situación.
La Zona Nacional
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936, cuando volaba desde Portugal hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro. El 24 de julio tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la Zona Nacional. Las medidas que adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange y los requetés carlistas.
En esos momentos, la propaganda nacionalista acabó de configurar la justificación del golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido. La insurrección militar fue en realidad un Alzamiento Nacional contra una República «marxista» y «antiespañola». La Iglesia Católica, duramente perseguida en la zona republicana, terminó de configurar la teoría que justificaba la matanza que estaba asolando el país: la guerra era una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
Las medidas que se tomaron en el terreno económico fueron encaminadas en una doble dirección: cancelación de todas las reformas republicanas (el mejor ejemplo es la devolución a sus propietarios de las tierras repartidas en la reforma agraria) e intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista. Así, en 1937, se creó el Servicio Nacional del Trigo, que pasó a controlar el abastecimiento de pan de la población.
La necesidad de contar con una dirección única era evidente para unos militares educados en la disciplina y la jerarquía. Así, el 1 de octubre de 1936, Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español. Sus éxitos militares, el estar al frente del poderoso Ejército de África y el apoyo de Alemania, con la que mantenía contactos directos, explican el ascenso al poder de Franco. En adelante, el Caudillo, como le empezó a denominar la maquinaria propagandística del bando nacional, estableció una dictadura personal basada en un régimen militar. Una Junta Técnica del Estado, formada por militares, se conformó como órgano consultivo del dictador.
En abril de 1937, se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como el Movimiento Nacional. El modelo de partido único del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en la figura de Franco los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo tipo de publicaciones y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical y estableció el control del Estado nacional sobre las organizaciones patronales y obreras. El nuevo régimen estableció un estado confesional. Volvió la subvención estatal a la Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil, y gran parte de la educación volvió a manos del clero. Se establecía así lo que se vino a denominar el Nacionalcatolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos. En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se designaba «rebeldes» a todos los que se hubieran enfrentado al Movimiento Nacional.
4. Las Cuatro Fases de la Guerra Civil
1ª Fase: La Ofensiva sobre Madrid (Verano de 1936 – Invierno de 1937)
En las primeras semanas, los sublevados o nacionales trasladaron desde Marruecos a la Península a sus mejores tropas. El ejército sublevado avanzó hacia Madrid desde Andalucía y el Norte, arrollando a las milicias republicanas. En octubre llegaron a las afueras de Madrid y el gobierno republicano se trasladó a Valencia, pero las milicias, con ayuda de las Brigadas Internacionales, frenaron a los sublevados. Tras el fracaso, los nacionales intentaron envolver la capital, pero volvieron a fracasar. Franco cambió la estrategia; le interesaba una guerra larga que consolidara su poder y «limpiara» España de republicanos.
2ª Fase: La Ofensiva del Norte (Primavera – Otoño de 1937)
Los nacionales ocuparon Cantabria, Asturias y País Vasco. Durante esta campaña, la Legión Cóndor bombardeó Guernica, un ensayo de lo que sería el arma aérea en la Segunda Guerra Mundial. Los republicanos organizaron una contraofensiva, pero fracasaron. Para la República, la pérdida del Norte tuvo graves consecuencias económicas y estratégicas.
3ª Fase: La Ofensiva del Mediterráneo (Invierno de 1938 – Invierno de 1939)
En 1938, Aragón se convirtió en el nuevo frente; el reorganizado ejército republicano lanzó varias ofensivas para frenar el avance nacional, pero volvió a fracasar. Franco llegó al Mediterráneo, dividiendo el territorio republicano en dos: la zona centro y Cataluña. La República lanzó desde Cataluña su última ofensiva en verano de 1938, la Batalla del Ebro (la única batalla importante), para intentar reunificar ambas zonas. Tras perder la que fue la batalla más cruenta de la guerra, el ejército republicano quedó casi aniquilado.
4ª Fase: El Final de la Guerra (Otoño de 1938 – Abril de 1939)
Los nacionales ocuparon Cataluña mientras los restos del ejército republicano, el gobierno y parte de la población huían a Francia. A la República solo le quedaba la zona centro y los republicanos estaban divididos: el coronel Casado, responsable de la defensa de Madrid, se sublevó contra el gobierno e intentó negociar con Franco, que solo aceptaba la rendición incondicional. A finales de mes, las tropas franquistas entraron en Madrid sin encontrar resistencia y el 1 de abril de 1939 terminó la guerra.
5. La Guerra Civil en Canarias
Debido al golpe, no hubo guerra en Canarias, pero Franco preparó el golpe desde su nombramiento como Comandante General. El 18 de julio, en Las Palmas de Gran Canaria (LPGC) y Santa Cruz de Tenerife (SCTF), se produjo el alzamiento. Franco partió a Marruecos y quedó al mando el general Orgaz. En un primer momento, los gobiernos civiles intentaron parar el golpe, pero pronto el ejército tomó el control y extendió la sublevación al resto de islas, como La Palma. Paralelamente, la represión produjo más de 2000 víctimas entre sentencias de muerte y desapariciones. Durante la guerra, Canarias se convirtió en suministradora de tropas y de alimentos para el bando nacional, agravando la penuria económica que ya sufrían las islas.
6. Consecuencias de la Guerra Civil
1. Coste Demográfico:
Más de quinientos mil muertos en la guerra y la posguerra, y cuatrocientos mil exiliados.2. Coste Económico:
El PIB no recuperó el nivel de 1936 hasta la década de 1950 y quedaron destruidas la escasa industria e infraestructura anteriores.3. Coste Social:
La oligarquía recuperó su poder anterior y varias generaciones quedaron marcadas por el sufrimiento de la guerra y la represión de la posguerra.