Historia del Siglo XIX: Movimientos Sociales, Industrialización y Cambios Clave

Movimientos Sociales y Obreros en el Siglo XIX

Las Clases Obreras

En el otro extremo de la sociedad del siglo XIX estaban las clases obreras y los campesinos. Las leyes desamortizadoras que la burguesía estableció en toda Europa habían provocado que estos campesinos perdieran sus tierras, convirtiéndose en la Europa Mediterránea en mano de obra barata de los latifundios, y en la sociedad industrial se trasladaron a las ciudades para engrosar la clase proletaria.

En las industrias, los obreros fueron sometidos a horarios laborales de 12 y 14 horas con salarios de auténtica subsistencia y sin las más elementales normas de seguridad laboral. Los lugares de trabajo eran ensordecedores, mal ventilados e iluminados y los accidentes no se cubrían. Tampoco había descanso dominical, ni vacaciones, ni seguro médico ni jubilación. Para mejorar el sueldo familiar trabajaban los niños y las mujeres con salarios menores que los hombres adultos.

Cerca de las fábricas se situaban las viviendas, habitaciones raquíticas y mal ventiladas con escaleras oscuras. No existían los más elementales servicios urbanos, de manera que en las calles sin aceras ni adoquines, se acumulaban las basuras. En estas condiciones el alcoholismo se había convertido en un escape para la mayoría de los hombres, lo que lógicamente repercutía en la violencia del hogar. Los médicos y algunos novelistas como Charles Dickens o Victor Hugo no tardaron en denunciar esta situación. Pero los sindicatos estaban prohibidos.

Los Inicios del Movimiento Obrero

La primera reacción obrera fue oponerse al maquinismo y así nació el Movimiento Ludita, basado en la destrucción de máquinas. Su nombre alude a un mítico personaje, el capitán Ludd, con el que se firmaban los sabotajes.

Hubo que esperar a 1825 para que en Inglaterra se derogara la legislación que prohibía el asociacionismo obrero y así surgieron los sindicatos por oficios, los Trade Unions. En 1834 surgió la Great Trade Union que agrupaba a todos los oficios.

Es en esta época cuando aparece el Movimiento Cartista. El Cartismo surgió en Reino Unido entre 1838 y 1848. Su nombre deriva de la Carta del Pueblo, un documento que fue enviado al parlamento británico en 1838, exigiendo sufragio universal masculino, el voto secreto y la elegibilidad de los obreros al abolir el requisito de ser propietarios. Los cartistas pensaban que solo si los trabajadores alcanzaban los poderes políticos podrían adecuar las leyes a sus intereses. Aunque el cartismo no logró sus peticiones, sí que consiguió influir con el apoyo de las clases medias en la lenta democratización del sistema británico, y además logró que el gobierno desarrollara una legislación de carácter social que por ejemplo redujo la jornada laboral a 10 horas.

El Socialismo Utópico

Otro punto importante en la historia del movimiento obrero es la aparición de los socialismos utópicos. El término utópico fue establecido por Marx y Engels, quienes consideraban que el único socialismo científico era su propia teoría, el marxismo, mientras que los primeros socialistas solo habían sido hombres de buena voluntad que ante la deshumanización de la sociedad industrial soñaban con una sociedad más justa, pero utópica. Sin embargo, muchos de estos socialistas llamados utópicos como Fourier u Owen intentaron llevar su teoría a la práctica.

Todos estos socialismos presentan características comunes:

  • Critican la sociedad capitalista que ha nacido de la revolución industrial y en la que los trabajadores quedan a merced del frío cálculo económico de los patronos.
  • Consideran que la propiedad privada no es un derecho natural, sino un fenómeno histórico.
  • Así pues, todos pretenden lograr una igualdad más allá de la igualdad legal y conceden gran importancia a la educación como medio para que arraiguen los valores que hagan posible esa sociedad igualitaria.
  • También comparten un cierto internacionalismo, pues creen que si se superan las rivalidades entre los estados nacionales se llegará a una era de paz y libre convivencia entre los pueblos.

Entre los principales representantes del socialismo utópico debemos recordar a Saint-Simon, Charles Fourier, Robert Owen y Étienne Cabet.

Saint-Simon consideraba que los gobiernos debían procurar la mejora moral y material de los trabajadores. No se oponía a la propiedad privada, pero sí a la herencia, de manera que la riqueza que cada uno lograra fuera fruto de su propio esfuerzo y no se produjeran enormes acumulaciones generacionales. El Estado debía realizar grandes obras públicas en beneficio de la sociedad. En realidad, Saint-Simon proponía trasladar a la política los valores cristianos.

Charles Fourier en 1820 propuso crear los Falansterios, o pequeñas comunidades agrario-industriales para 1600 personas. Estas personas se alojarían en un edificio especialmente diseñado, trabajarían en las tierras circundantes y compartirían las ganancias de las ventas. En esta comunidad todos trabajarían, incluso los niños, y se garantizarían los servicios generales, pero el trabajo sería atractivo porque cada uno se dedicaría a la actividad que más le gustara. Cada tarea no debía durar más de 2 horas, pero la jornada laboral sería extensa. El falansterio se crearía con inversiones privadas a las que se les devolvería el dinero prestado sin intereses. Los miembros del falansterio cobrarían un salario, pero no todas las tareas tendrían la misma remuneración, pues se valoraba el talento.

Robert Owen intentó establecer sus reformas en la misma fábrica de la que era dueño, entre ellas la supresión de las labores penosas y el mantenimiento del salario en época de crisis. También propuso las granjas cooperativas volcadas hacia la agricultura, que vio como un método de regeneración social.

Étienne Cabet predicó un comunismo pacifista proclive a la construcción de colonias de propiedad común.

La Revolución de 1848 fue un momento clave, especialmente en París, en el que algunos de estos socialistas intentaron hacer realidad sus propuestas. Fue también el momento en el que Marx saltó a la historia al publicar su Manifiesto Comunista.

El Marxismo

El marxismo fue ideado por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels. Sus ideas fueron expuestas en obras tales como El Manifiesto Comunista, El Capital, o El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Marx era completamente materialista y en su juventud se había interesado por los filósofos presocráticos mecanicistas, sobre los que había hecho la tesis doctoral, porque también eran materialistas.

Marx concebía la realidad según el diseño del también filósofo alemán Hegel: la realidad se desarrollaría de una forma necesaria (obligatoria) por el enfrentamiento de contrarios. Ese mecanismo universal se llama Dialéctica y a él también está sometida la historia del hombre, de manera que la evolución histórica no se debe a la libertad humana, sino a la necesidad generada por fuerzas enfrentadas. Sin embargo, Marx negó en esta construcción filosófica cualquier elemento espiritual que sí era fundamental en Hegel, reduciéndolo todo a materialismo.

Para Marx, lo que explica el desarrollo dialéctico de la historia es la lucha de clases. Esa lucha de clases empezó en el Neolítico cuando se inventó la propiedad privada. Desde entonces se ha producido una lucha entre las distintas clases sociales que se han sucedido a lo largo de la historia (esclavos contra amos, siervos contra señores) hasta llegar a la época de Marx, la época de la sociedad burguesa. Marx piensa que en ese momento histórico la historia está llegando a su fin: el capitalismo avanzado provocará una clase proletaria con conciencia que, dirigida férreamente por un partido, tomará el poder y hará la revolución. Esto significa que ese partido se apoderará del Estado, quien controlará los medios de producción y sus frutos. Esta etapa es la dictadura del proletariado, una etapa intermedia hasta que poco a poco vaya suavizando la autoridad del Estado y se llegue a una sociedad sin clases y sin Estado.

Así pues, el objetivo de la historia es moverse ciegamente para lograr este fin. La ética marxista está en relación con esta finalidad: es éticamente bueno todo lo que conduzca hacia la revolución y hacia el fin de la historia, incluso mentir, asesinar, etc. Por lo tanto, para el marxismo carecen de validez los valores éticos, la religión y el derecho de la sociedad occidental, e incluso el mismo concepto de ser humano.

En efecto, se ha criticado al marxismo por el hecho de prometer un paraíso a una sociedad futura, mientras que los hombres que lo han hecho posible con su sacrificio no tendrían ninguna recompensa. Pero al marxismo no le interesa el ser humano individual, que es prescindible, sino la sociedad en su conjunto y la forma en la que esta evoluciona por la forma ciega de la historia.

Marx consideraba que la sociedad burguesa estaba a punto de terminar gracias a la revolución socialista, debido a la enorme injusticia que este modelo de sociedad aparejaba. Esta injusticia Marx la explica mediante el concepto de plusvalía. Para Marx, el valor de las cosas se basa en el trabajo necesario para fabricarlas. Pero los patronos se apropiaban de la mayor parte de ese valor y dejaban a los obreros una mínima parte. A esa apropiación de los patronos se le llamaba plusvalía. La plusvalía provocaría que los ricos fueran cada vez más ricos pero menos numerosos y los pobres más pobres, pero más mayoritarios, hasta que la injusticia se hiciera tan intensa que acabara estallando la revolución.

El Anarquismo

Es una filosofía política y social que pretende la abolición del Estado, y por lo tanto de toda autoridad jerárquica o control social que se imponga al individuo por considerarlos innecesarios y nocivos. La palabra anarquismo es de origen griego y significa precisamente “ausencia de gobierno o de autoridad”.

El anarquismo coincide con el marxismo en la crítica al capitalismo, y en la necesidad de su eliminación, pero difiere radicalmente en los métodos para conseguirlo, hasta el punto de que los dos sistemas son antagónicos.

El pensamiento anarquista no es uniforme, pero entre sus defensores sí existen ideas afines:

  1. El rechazo de cualquier tipo de autoridad u organización que limite la libertad del individuo.
  2. Los anarquistas consideran que el Estado capitalista posibilita la explotación de la clase obrera y por lo tanto debe ser destruido. Pero así como el marxismo pretende la obediencia ciega a un partido político y desde él conquistar el Estado para hacer la revolución, los anarquistas rechazan el juego político y la existencia de partidos. El medio fundamental para hacer la revolución es la huelga general.
  3. La organización social ha de estructurarse de abajo arriba, partiendo de pequeñas comunidades autosuficientes y por libre decisión de sus miembros expresada por sufragio universal, nunca por imposición.
  4. La abolición de la propiedad privada y del derecho a la herencia; en cambio, debe establecerse la colectivización de bienes.
  5. La importancia de la educación, pues se considera que el hombre solo será libre cuando sea capaz de pensar por sí mismo y el medio para conseguirlo es una esmerada instrucción.

Las principales figuras anarquistas fueron: Proudhon y Bakunin.

El primero critica el juego parlamentario por considerar que el sufragio universal es fácilmente manipulable. Defendía frente a la existencia del Estado la existencia de una federación de comunas articulada de manera cooperativa.

El segundo propuso la colectivización de los medios de producción (capital, tierra, industrias, etc.) pero no de los frutos que se obtienen de ellos. Para Bakunin, el Estado y otras instituciones como la Iglesia y el ejército han de ser reemplazadas por una federación de comunas creadas de forma espontánea. Rechaza tanto el juego parlamentario como los partidos revolucionarios que pretendían ser el instrumento de transformación de la sociedad.

La Internacional

En el año 1862, dirigentes de los sindicatos ingleses y franceses se reúnen en Londres con ocasión de una exposición internacional, y allí surgió la idea de crear una organización internacional obrera para reunir el esfuerzo de los obreros de todo el mundo en su lucha contra el capitalismo. Dos años más tarde, en 1864, un comité se reúne en el Saint Martin’s Hall de Londres para redactar los estatutos de la que sería la Primera Asociación Internacional de Trabajadores (I AIT).

En realidad, la Internacional no tuvo una especial relevancia hasta los sucesos de la Comuna de París en 1871. En la Internacional participaron Marx, Engels y Bakunin, pero pronto surgieron diferencias irreconciliables entre los marxistas y los anarquistas. Los primeros creían en la lucha de clases como motor de la historia y que el enfrentamiento entre el capitalismo avanzado y una clase obrera bajo la férrea dirección de un partido llevaría al triunfo revolucionario. Además, los marxistas defendían la creación de un estado obrero como etapa intermedia hasta conseguir la ansiada sociedad sin clases.

Los anarquistas, por el contrario, defendían que el hombre con su propia libertad sería capaz de vencer las fuerzas de la historia. Se negaban a someterse a un partido y ni mucho menos, aunque fuera de manera provisional, a ningún tipo de Estado. Finalmente, los marxistas acabaron imponiendo su ideología en el seno de la Internacional y los anarquistas terminaron siendo expulsados.

En 1872, la Internacional se trasladó de Londres a Nueva York, donde se disolvió en 1876.

En 1889, al calor de la exposición universal de París que conmemoraba el primer centenario de la Revolución Francesa, se forma una Segunda Internacional que coincide también con la Segunda Revolución Industrial. La Segunda Internacional logró establecer la jornada laboral de 10 horas, el Día Internacional del Trabajo y más adelante el de la Mujer Trabajadora. Desde el primer momento se impidió que los anarquistas ingresaran en ella, pero los socialistas se dividieron en dos ramas: los marxistas, empeñados en la revolución, y los socialdemócratas, que renuncian al marxismo y a la revolución porque confían en la evolución positiva de la sociedad industrial hacia un reparto más justo de la riqueza. La socialdemocracia tuvo un gran desarrollo en Alemania y en la actualidad han asumido esa tendencia todos los partidos socialistas de Europa Occidental, incluyendo al PSOE desde la Transición democrática.

La Industrialización en el Mundo

La Industrialización en Europa

Entre 1830 y 1850 la industrialización se expandió hacia los países europeos de la región atlántica: Bélgica, Francia y Alemania. Estos países disponían de facilidad de comunicación y de grandes minas de hierro y carbón, pero a diferencia de Gran Bretaña, donde la industrialización fue impulsada por la iniciativa privada, en el continente se necesitó del impulso del Estado, ya que las clases altas eran muy temerosas a la hora de arriesgar su capital.

La Industrialización en Bélgica

Bélgica había tenido una próspera burguesía desde la Baja Edad Media gracias a la importancia de la fabricación pañera. Su red de canales y ríos navegables y su posición privilegiada en el mar del Norte frente a Inglaterra aseguraba sus comunicaciones con Europa Central. Sin embargo, a lo largo de la historia, Bélgica siempre había estado en manos de diferentes potencias: de España, desde Carlos V hasta el Tratado de Utrecht; de Austria hasta la Revolución Francesa, y desde entonces y hasta la época Napoleónica, se había convertido en un departamento francés. Finalmente, el Congreso de Viena la unió a los Países Bajos. Fue en ese momento cuando surgió el sentimiento nacional belga y en la revolución de 1830 los belgas lograron su independencia. Dada la importancia de su posición estratégica se les exigió mantenerse neutrales y las demás potencias se comprometieron a salvaguardarla.

La creación del estado nacional belga le permitió al país sacar las máximas ventajas de sus posibilidades. Así fue el primer país que se industrializó en el continente, pero sus escasas dimensiones le impidieron competir con Gran Bretaña. El Estado favoreció rápidamente la construcción del ferrocarril para asegurar la comunicación con el exterior, se creó la Société Générale, uno de los principales grupos financieros europeos. Además, los belgas lograron en 1840 el monopolio del zinc europeo, gracias a la adquisición de minas fuera del territorio nacional.

La Industrialización en Francia

En Francia la industrialización se inicia en 1830; sin embargo, habrá que esperar a la época de Napoleón III para que se desarrolle verdaderamente. El norte de Francia posee una gran riqueza minera y excelentes comunicaciones; sin embargo, en Francia no se había producido la concentración de la propiedad ni el éxodo rural que sí existió en Inglaterra, porque la Revolución Francesa había generado una clase media de propietarios rurales. Por lo tanto, tampoco la tierra incrementó su productividad.

Ante esta situación, Napoleón III emprendió en la década de 1850 la construcción de grandes obras públicas implicando al Estado, y fueron estas obras (la urbanización de París y el Canal de Suez) las que lograron el desarrollo industrial. También se desarrollaron las instituciones bancarias: Crédit Foncier y el Crédit Industriel et Commercial. Estas entidades financiaron el desarrollo industrial, rural y el ferrocarril. Gracias a estas instituciones financieras, se logró hacer retroceder el barbecho, se sanearon los pantanos, se procedió a mejores métodos de abonado y selección de ganado, etc. Francia dejó de padecer crisis de subsistencia y hubo excedentes para la exportación.

El impulso al ferrocarril permitió el desarrollo de la siderurgia. El comercio interior mejoró gracias a la creación de mercados modernos en las ciudades, como Les Halles o los grandes almacenes Lafayette.

En 1870, Napoleón III debió abdicar ante la humillación de Sedán y en Francia surge la Tercera República. En el empeño de demostrar que sigue manteniendo su posición de gran potencia, Francia crea un gran imperio colonial. No obstante, nunca pudo hacer sombra ni a Alemania ni a Gran Bretaña.

La Industrialización en Alemania

Aunque hasta 1870 Alemania no logró su unificación, se convirtió muy pronto en el más importante rival de los ingleses. Esta rivalidad afectó al equilibrio por el dominio del mundo, lo que acabaría provocando la Primera Guerra Mundial.

Después de la Paz de Westfalia, Prusia y Austria se disputarían la hegemonía sobre el territorio germánico. Pero Austria acabó retirándose, para solucionar su principal problema, el de mantener unido el mosaico étnico de su Imperio, cuando tras las guerras napoleónicas cobraron fuerza los sentimientos nacionalistas. Así fue como Prusia, sin tantos problemas raciales, pudo hacerse fuerte en Alemania.

Prusia buscó la cohesión de Alemania, una Alemania liderada por ella y que excluía a Austria, creando un interés económico entre todos los alemanes. Ese interés surgió de la creación en 1834 de un área de mercado común, el Zollverein o la unión aduanera, que permitía la libre circulación de personas y mercancías a 39 millones de alemanes. El interés económico creaba una motivación real para lo que hasta entonces solo había sido una bella idea de filósofos y poetas: la creación del Estado Nacional Alemán.

En definitiva, el Zollverein, la riqueza de hierro y carbón en las regiones del Ruhr y de Silesia, y la alianza entre la aristocracia, la burguesía y el Estado, lograron impulsar la industrialización. Al unificarse el país, Alemania se convirtió en la primera potencia europea tras los pasos de Gran Bretaña.

La Industrialización en Otros Países de Europa

La industrialización de los restantes países europeos no se inició hasta la Segunda Revolución Industrial.

En la Europa Mediterránea se observan grandes diferencias entre el norte (Cataluña, País Vasco, norte de Italia) y el sur agrario y latifundista. El latifundio es una tierra subexplotada generada por la reforma agraria, que mantuvo estancado el desarrollo del campo. Como consecuencia, no se generan beneficios que se puedan reinvertir en la industrialización y los campesinos se ven completamente sometidos a los dueños de los latifundios al no tener la posibilidad de trasladarse a las regiones industriales. El bajo nivel de vida de la población también impide la aparición de una demanda que estimule la industrialización.

En el Imperio Austríaco, la zona más industrializada fue la de Austria, Hungría y Bohemia, en tanto que los Balcanes tenían menor desarrollo.

El Imperio Ruso estaba sometido a un férreo absolutismo y la economía se basaba fundamentalmente en la agricultura de los latifundios de los señores, en tanto que los campesinos acababan de liberarse de la servidumbre en 1861. La industrialización se había iniciado en las ciudades europeas de Moscú y San Petersburgo. En estas ciudades se calcula que la industrialización afectaba a unos 2 millones de obreros que malvivían en las penosas condiciones de la Primera Revolución Industrial y que ya se habían superado en el resto de Europa. Por otro lado, el Imperio Ruso era mucho más débil de lo que parecía, una debilidad que en 1905 había demostrado al perder contra Japón la guerra en Corea.

La Industrialización en Estados Unidos

Estados Unidos se expandió hacia el oeste durante la primera mitad del siglo XIX y estableció una especialización regional entre el norte de la costa atlántica industrial, el sur algodonero y esclavista y el medio oeste agropecuario. La Guerra de Secesión aseguraría la primacía del sector industrial del norte, que pronto se vería favorecido por el impulso del ferrocarril y del barco de vapor. Estos medios de transporte, especialmente el ferrocarril, actuarían como elementos vertebradores de un país tan inmenso al lograr la comunicación entre las dos costas.

Otros elementos que explican el progreso estadounidense fueron sus éxitos en las técnicas de ventas a plazo y los nuevos modelos de organización empresarial.

Es importante también destacar la política exterior diseñada por la Doctrina Monroe y la teoría del Destino Manifiesto que llevaría a los Estados Unidos a defender su hegemonía sobre el continente, impidiendo que se asentaran otras potencias europeas. Así favoreció la emancipación de América Hispana, compró Alaska al Imperio Ruso e intervino en la guerra de Cuba haciendo posible su independencia de España. Por último, su participación en las guerras mundiales cuando los Estados beligerantes ya estaban agotados, y sin que estas guerras incidieran directamente sobre el continente americano, permitiría que los Estados Unidos se convirtieran en el siglo XX en la nueva potencia mundial.

La Industrialización en Japón

Japón era una sociedad anclada en la Edad Media dominada por los señores feudales. En el año 1853, Estados Unidos lo obligaron a abrir sus puertas al comercio exterior, que hasta entonces había mantenido cerradas. El emperador se impuso la tarea de salvar a su país de un seguro destino colonial, por lo que recuperó su poder absoluto frente a los señores feudales mediante un golpe de Estado en 1868. Ese fue el inicio de la Era Meiji, durante la que el país experimentó un proceso de industrialización y de occidentalización dirigida por el Estado. Así Japón se convirtió al calendario occidental, estableció el derecho occidental y las modas occidentales, y los japoneses marcharon a Europa a estudiar en las mejores universidades. De este modo no solo se salvó de ser colonizado, sino que se convirtió en una gran potencia colonial que derrotó al Imperio Ruso en 1905.

La industria japonesa fue promovida por el Estado y se concedió especial desarrollo a la industria pesada ligada a las necesidades armamentísticas y navales. Dada la escasez de materias primas en Japón, el país necesitó construir un imperio colonial en el Pacífico. Por otro lado, conservó el culto al emperador y una férrea disciplina. Tras perder la Segunda Guerra Mundial, el emperador perdió su carácter divino, pero la posición estratégica del país en Asia le valió que los Estados Unidos lo ayudaran en su reconstrucción como freno del comunismo.

Cambios Sociales y Culturales en el Siglo XIX

Los Cambios Sociales

La Revolución Industrial y las Revoluciones Políticas del siglo XIX produjeron definitivamente el fin de la sociedad estamental y su sustitución por la sociedad clasista. En este nuevo modelo social las personas son iguales ante la ley, pero se diferencian por su riqueza o por su capacidad para generar riqueza.

Los cambios económicos y políticos provocaron el auge de la burguesía; de hecho, se dice que el siglo XIX fue el siglo de oro de la burguesía. Pero no toda la burguesía era igual. Existía una clase media de pequeños comerciantes, dueños de pequeños talleres, funcionarios, representantes de las profesiones liberales y grados medios de la oficialidad en el ejército.

Por otra parte, estaba la alta burguesía formada por los grandes hombres de negocios industriales y banqueros. Fueron estos los que dominaron la política del siglo XIX, reformaron el derecho y establecieron una legislación que les permitió dominar la propiedad de la tierra. Esta alta burguesía terminó aliándose con la aristocracia y los dos grupos se convirtieron en la clase alta frente a la Iglesia, los campesinos y los obreros a los que sacrificaron.

La clase alta formada por la aristocracia y la burguesía impondrá una cultura, unas modas y un estilo de vida. En el otro extremo de la sociedad estaban las clases bajas: los campesinos que se verán privados de sus tierras por las desamortizaciones liberales y los obreros, hacinados en los suburbios industriales de las ciudades.

El sistema capitalista basado en el liberalismo económico considera el trabajo obrero como una mercancía más, y por lo tanto sometido a la ley de la oferta y la demanda. Los sindicatos estaban prohibidos porque se consideraban un elemento extraño que alteraba el funcionamiento de esa ley, y la ley de bronce de los salarios limitaba el sueldo de los obreros a niveles de subsistencia. La teórica libertad que concedía el liberalismo económico para que cada individuo pudiera dedicarse, servía de justificación a los patronos en el tratamiento de la cuestión obrera, pues pensaban que los obreros se mantenían en su situación por carecer de inteligencia o de capacidad para mejorarse a ellos mismos.

Esta situación empezó a cambiar cuando se impusieron los nuevos métodos de trabajo tras la Segunda Revolución Industrial. Surge entonces la socialdemocracia que renuncia a la revolución marxista al considerar que se puede mejorar la vida del obrero dentro de la propia sociedad burguesa. Pero serán las guerras mundiales, la aparición del sufragio universal y la creación del Estado social tras la crisis de 1929, fenómenos todos ellos del siglo XX, lo que conducirá a la democracia y a un mayor equilibrio social.

El Urbanismo en el Siglo XIX

Uno de los cambios más importantes experimentados por la sociedad del siglo XIX fue el desarrollo y la expansión de las ciudades. Londres, la ciudad más grande de su época, pasó de un millón a 6 millones de habitantes, y también superaron el millón París, Berlín, Viena y San Petersburgo. Las causas que explican este fenómeno son:

  • El crecimiento de la población provocado por la reforma agraria y la transición demográfica.
  • El éxodo rural provocado por la expansión de la industrialización.

La ciudad industrial era muy diferente de las grandes ciudades de origen medieval, pues muestra el proceso técnico y el crecimiento urbanístico, pero también las profundas desigualdades entre las clases sociales. De hecho, en estas ciudades el casco viejo remodelado, los nuevos ensanches burgueses y los barrios obreros del extrarradio marcaban una profunda separación social entre sus habitantes. La distinta localización del barrio implicaba un tipo de vivienda, una calidad en los servicios urbanos, un nivel de vida, una forma de vestir y una cultura.

En general, el crecimiento de las ciudades durante las primeras décadas del siglo XIX fue desordenado. En los suburbios surgieron los barrios obreros sin las mínimas condiciones de higiene y salubridad ni servicios básicos, y donde los obreros se hacinaban en las viviendas de mala calidad construidas alrededor de las fábricas.

En la segunda mitad del siglo surgen las políticas de planificación urbanística con dotación de servicios públicos. Así aparecen los ensanches como los de París, Viena, Barcelona o Madrid. Entre los servicios es fundamental la construcción de estaciones de ferrocarril, los transportes urbanos (tranvía y metro), la traída del agua potable, la red de alcantarillas, el alumbrado eléctrico, la recogida de las basuras, el empedrado y la creación de las aceras, la construcción de hospitales, casas de socorro, escuelas, servicios de bomberos y guardia urbana.

De todos modos, el grado de urbanización fue muy diferente de unos países a otros. Lógicamente fue mayor en los países con industrialización más temprana (Gran Bretaña, Bélgica, Francia o Alemania). En 1914 solo una cuarta parte de estos países continuaba en el sector primario. Por el contrario, más de la mitad de la población de la Europa mediterránea y el 80% de la rusa seguía vinculada a las actividades agrarias y vivían en núcleos rurales.

El Triunfo de la Ciencia en el Siglo XIX

En la segunda mitad del siglo XIX parecía que se habían hecho realidad los ideales de la Ilustración y que, efectivamente, los avances de la ciencia y de la tecnología permitían un progreso ilimitado. En consecuencia, la ciencia y el pensamiento racional se habían convertido en la nueva fe del hombre moderno, que creía que eran ellos quienes nos podían desvelar la verdad. Pero la ciencia se había vuelto materialista a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

El romanticismo y el idealismo inherente a él habían pasado de moda y todo lo que fuera espiritual había pasado a explicarse como razón fisiológica. Las nuevas teorías del psicoanálisis y del evolucionismo, que no tardarían en aparecer, apoyaban también este materialismo que había alcanzado la literatura y el arte, primero con el realismo y luego con el naturalismo. La religión se consideraba algo anticientífico, de manera que algunos estados como Francia terminarían estableciendo un férreo laicismo; sin embargo, el pueblo seguía siendo religioso y estas políticas no se establecieron sin violencia.

Era la burguesía la que veía en la religión un elemento necesario para mantener el orden social, y en el otro extremo, el marxismo y el anarquismo veían la religión como un elemento de opresión burguesa.

Ante la negación de ver en la historia una perspectiva espiritual, y al negar las nuevas teorías, la dignidad y libertad del hombre, gana protagonismo en la investigación histórica, la sociedad y el progreso de esta. El hombre individual queda sometido a las necesidades del desarrollo social. Las teorías más importantes en esta línea serán el marxismo, del que hablaremos más adelante, y el positivismo de Auguste Comte. El positivismo quiere establecer una ciencia para estudiar la sociedad, de manera que en buena parte se le considera el padre de las ciencias sociales. Tiene en cuenta únicamente los hechos medibles e intenta establecer leyes para estudiar la evolución de la sociedad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *