La crisis de 1917 y el fin de la Restauración en España

La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el regeneracionismo. La muerte de Canalejas (1912) truncaría el espíritu regeneracionista abriendo un periodo de inestabilidad hasta la dictadura de 1923. La ruptura del turno pacífico, junto a la descomposición del caciquismo, presentaba otras opciones políticas como alternativas. Las repercusiones de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) constituyeron un punto de inflexión en el régimen de la Restauración. Cuando estalló el conflicto el gobierno de Eduardo Dato declaró la neutralidad. La opinión pública se dividió entre aliadófilos y germanófilos. La neutralidad le supuso a España un crecimiento espectacular de la demanda exterior de sus productos, pero el aumento de las exportaciones provocó un proceso inflacionista e incluso la escasez de algunos productos básicos en el interior. Además los beneficios de las empresas no repercutieron en aumentos salariales equivalentes, sino que el enriquecimiento empresarial vino acompañado del empobrecimiento general de los trabajadores, y la subida de precios de productos de primera necesidad les hizo perder poder adquisitivo. Ante esta situación, comenzaron las protestas populares: motines, disturbios, y huelgas organizadas por UGT y CNT. La crisis de 1917 fue el reflejo de un descontento extendido por parte de la sociedad, desde oficiales del ejército hasta la clase obrera, pasando por los representantes políticos excluidos del sistema. Es decir, fueron en realidad tres revoluciones entre los meses de junio y agosto, aunque no conectaron entre sí.

La protesta militar

Desde 1916 el Ejército había organizado Juntas de Defensa (especie de sindicato militar ilegal). Sus objetivos: oponerse a los ascensos por méritos de guerra; solicitar subidas de sueldos (diferencias con los de Marruecos) y exigir mayor respeto al Ejército. El Gobierno admitió sus peticiones, promulgándose la Ley del Ejército (1918), así el Ejército volvía a ser el pilar de la monarquía y del Gobierno frente al problema social.

La oposición política

Desde febrero las Cortes estaban cerradas por miedo al planteamiento de problemas. Cambó jefe de la Lliga y de la burguesía política catalana, intervino y ante la formación de Juntas de Defensa, pidió reabrir las Cortes. Ante la negativa del gobierno, el 5 de julio convocó a parlamentarios catalanes a una asamblea, en ella se solicitó al gobierno la convocatoria de Cortes Constituyentes y que reconociera la autonomía de Cataluña.

El movimiento obrero

(UGT, CNT), organizó una huelga general indefinida (13-agosto-1917) contra el régimen y el deterioro del nivel de vida de los trabajadores, pretendían acabar en una revolución y el fin del régimen. Tuvo gran seguimiento en Madrid, Barcelona, Asturias, Vizcaya y Zaragoza, en Andalucía solo los trabajadores urbanos. El gobierno detuvo al comité de huelga y sacó las tropas a las calles. A final de agosto la huelga estaba acabada, con un saldo de setenta muertos y dos mil detenidos.

A partir de la crisis de 1917 y hasta 1923 el régimen de la Restauración agonizaba. La inestabilidad política llevó a gobiernos de concentración que fueron cada vez más inestables e incapaces. La conflictividad social desatada tras la Primera Guerra Mundial provocó un fuerte crecimiento del sindicalismo y de sus acciones (huelga de la Canadiense), que junto al triunfo en 1917 de la Revolución bolchevique en Rusia insufló ánimo a las organizaciones obreras; en este contexto el gobierno concedió la jornada laboral de ocho horas en la industria y creó el Ministerio de Trabajo.

En Andalucía la agitación social se había mantenido a muy bajos niveles desde 1917, en cuya huelga general apenas participó el campo. Sin embargo entre 1918 y 1920, se vivió el denominado “trienio bolchevique”, una fase de actividad revolucionaria, provocada por la situación de miseria de los jornaleros agrícolas, la carestía de la vida y la influencia de la Revolución rusa. Dirigidos por UGT y CNT hubo huelgas, ocupación de campos, reparto de tierras y toma de ayuntamientos. Con la declaración del estado de guerra y una fuerte represión se finalizó la revuelta social en 1920.

Otros problemas

Otro problema, fue la cuestión de Marruecos. La Conferencia Internacional de Algeciras (1906), repartió la tutela de Marruecos entre Francia y España. Hasta 1909 la expansión fue pacífica, la derrota en el barranco del Lobo llevó a Maura a reclutar reservistas, decisión que desembocó en la Semana Trágica de Barcelona, y que acarrearía su dimisión. Tras el parón por la Primera Guerra Mundial, el gobierno decidió completar la ocupación efectiva del territorio ante la presión francesa.

De julio-agosto de 1921 tuvo lugar el desastre de Annual, los españoles dirigidos por el general Silvestre fueron derrotados por las tropas de Abd-el-Krim. El desastre de Annual acarreó una serie de consecuencias: políticas, búsqueda de culpables (Expediente Picasso), salpicando incluso al rey y por tanto al sistema; sociales, la impopularidad de la guerra, favoreció el odio del pueblo contra el sistema; militares, el descrédito de las Juntas de Defensa que desaparecieron en 1922. Días antes de que el informe elaborado por la comisión de responsabilidades llegase a las Cortes Primo de Rivera dio un golpe de Estado por el que se imponía una dictadura militar como solución a los problemas del régimen

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