La Reconquista: la lucha por la Península Ibérica

La Reconquista

La Reconquista fue la actividad militar que desarrollaron los reinos cristianos del norte de la Península entre los siglos VIII y XV, consistente en el ataque y conquista de los territorios de al-Ándalus. Los primeros núcleos cristianos (s. VIII-X). Tras la invasión musulmana (711) surgieron los primeros núcleos cristianos de la resistencia en las montañas del norte (cordillera Cantábrica y Pirineos), correspondiéndose con el reino de Asturias y la Marca Hispánica. El reino de Asturias surge a partir de la batalla de Covadonga (722) en al que el noble visigodo Pelayo vence a los musulmanes siendo considerado el primer rey. Alfonso I amplía pronto su dominio a Galicia, Cantabria, Vizcaya y Álava. Con Alfonso II la corte se traslada a Oviedo, restablece el Liber Iudiciorum y se descubre la tumba del apóstol Santiago en Compostela (813). A lo largo del siglo IX la Reconquista avanza hacia el sur aprovechando que la Meseta había quedado casi despoblada. Hacia el año 900, reinando Alfonso III, las conquistas llegan hasta el río Duero. Se inicia un proceso de repoblación de la Meseta con labriegos, monjes y mozárabes llegados de al-Ándalus. Ordoño II aprovecha para trasladar la capital a León, con lo que el reino también cambia de nombre: reino de León. En la zona fronteriza del Duero se crean dos grandes feudos: el condado de Portugal al oeste, y el condado de Castilla al este, pero en el siglo X el poderío del califato frena el proceso repoblador. La Marca Hispánica será el territorio comprendido entre los Pirineos y el Ebro, que formaba parte del Imperio carolingio. En 778 Carlomagno intenta controlar este territorio, pero es derrotado por los vascones en la batalla de Roncesvalles; sí consigue conquistar Gerona y Barcelona (801) a los musulmanes. La zona pirenaica quedará dividida en diversos condados como Aragón, Sobrarbe y Ribagorza (Pirineo aragonés), y otros condados en territorio catalán (Urgell, Besalú, Osona, Gerona y Barcelona…). El conde de Barcelona Wifredo el Velloso consiguió unificar los condados catalanes bajo su mando. Finalmente, el conde Borrell II se independizó completamente de los francos en 988.

El reino de Pamplona

El reino de Pamplona queda independiente de los carolingios gracias a alianzas diversas con los francos y musulmanes. La familia Arista ocupó el trono durante el siglo IX; a principios del siglo X la dinastía Jimena logra extenderse hacia el Ebro, y el reino de Navarra (nuevo nombre del territorio) con Sancho III el Mayor se convierte a principios del siglo XI en el principal núcleo de la España cristiana, ampliando su dominio a los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, y el condado de Castilla. Para consolidar lo conquistado era necesaria la repoblación de los territorios. En este periodo los reyes organizaban las tierras conquistadas en circunscripciones formadas por una villa o ciudad que ejercía como capital y numerosas aldeas que dependían de ella. Para atraer pobladores, otorgaban cartas puebla o fueros, que eran documentos que ofrecían una serie de privilegios a quienes residían en este territorio. En las aldeas vivían campesinos libres, que recibían tierras a cambio de cultivarlas y defenderlas en caso de ataque. Con este sistema se repoblaron las tierras entre el Duero y el Tajo, y parte del valle del Ebro. La España de los cinco reinos (siglos XI-XIII). Tras la muerte de Sancho III (1035) surgen dos nuevos reinos: Castilla y Aragón. El rey repartió sus territorios entre sus tres hijos. Fernando I de Castilla (hijo de Sancho III) sería el primero en unir bajo su corona los reinos de Castilla y de León, que quedarían divididos de nuevo entre sus hijos tras su muerte. Los reyes entendían sus reinos como una propiedad personal, por lo que a su muerte podían dividir el territorio entre sus hijos. Esta circunstancia provocó etapas de gran inestabilidad. Sin embargo, bajo los reinados de Alfonso VI y Alfonso VII se consiguió de nuevo la unidad de León y Castilla. Alfonso VI extendió la Reconquista hacia el Tajo, conquistando Toledo (1085); no obstante, bajo el reinado de Alfonso VII se produjo la independencia del reino de Portugal (1143), y tras su muerte León y Castilla volvieron a quedar separados. En esta fase los reyes cristianos firmaron distintos pactos para repartirse las conquistas: tratados de Tudilén, Cazola y Almizra, este último ya en el siglo XIII.

El siglo XIII

En el siglo XIII se le da un nuevo impulso a la Reconquista. Tras la toma de Cuenca (1177) y la derrota de Alarcos (1195) Alfonso VIII de Castilla promueve una cruzada de todos los reinos cristianos contra los almohades. La derrota de estos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) abre a los castellanos el valle del Guadalquivir. Fernando III unifica definitivamente los reinos de Castilla y de León (1230) y se lanza a ocupar las principales ciudades andaluzas (Úbeda, Jaén, Córdoba, Sevilla). Su hijo Alfonso X el Sabio ocuparía Murcia y Cádiz. Buena parte de la tarea reconquistadora y repobladora la llevarán a cabo las órdenes militares (Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan). El reino de Aragón surge también en 1035 tras la muerte de Sancho III de Navarra. Sus reyes se imponen en el área pirenaica. No será hasta el reinado de Alfonso I el Batallador que se consiga una considerable expansión territorial llegando hasta el río Ebro (conquista de Zaragoza en 1118). En 1137 Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, se convierte en rey de Aragón por su matrimonio con la reina Petronila. Desde entonces Cataluña y Aragón quedaron unidos bajo una misma corona e impulsarán el proceso de Reconquista. En el siglo XIII, con Jaime I el Conquistador, y a la par que los castellanos avanzaban en Andalucía, se produce la conquista de Baleares y la del reino de Valencia. La Corona de Aragón se constituyó como una confederación de cuatro reinos (Aragón, los condados catalanes, Valencia y Mallorca) con un mismo rey, pero cada uno con sus propias instituciones. Los aragoneses, desde entonces, se sentirán impulsados a conquistas en el Mediterráneo.

La sociedad de los reinos cristianos

Tras la muerte de Sancho III el Mayor, el reino de Navarra perdió importancia. La expansión de Aragón y Castilla bloqueó la participación de los navarros en la Reconquista al privarlos de frontera con al-Ándalus. A mediados del siglo XIII los duques de Champaña se convirtieron en reyes de Navarra, por lo que este reino quedó vinculado a la política francesa. A partir del siglo XI, la repoblación de los extensos y despoblados territorios conquistados era difícil; los reyes dividieron estas tierras en grandes latifundios y los entregaron a familias nobles, a la Iglesia o a las ya mencionadas órdenes militares, los campesinos trabajaban estas tierras en régimen de servidumbre. Este fue el modo en que se repoblaron La Mancha, Extremadura, Baleares, Valencia, Murcia y Andalucía.

La sociedad de los reinos cristianos era bastante compleja. Entre los cristianos existía una estructura estamental, con dos grupos privilegiados, nobleza y clero, que tenían funciones concretas de proteger a la sociedad (nobles guerreros) y rezar por ella (clérigos). El estamento no privilegiado lo componía la mayoría de la población; era el estado llano (dedicado a trabajar y a él pertenecían tanto los campesinos como lo habitantes de las ciudades que se dedicaban a actividades económicas diversas. Con el avance de la Reconquista se incorporaron a esta sociedad dos grandes minorías: judíos y mudéjares. Los judíos vivían en las ciudades y eran artesanos y hombres de negocios. A partir del siglo XIII se ejerció mayor presión sobre ellos y se vieron obligados a vestir prendas distintivas y a vivir en barrios separados (aljamas o juderías). Los mudéjares (musulmanes en territorio cristiano) abundaron en el valle del Guadalquivir y en las huertas valencianas trabajando como campesinos en condiciones de servidumbre, aunque también algunos vivían en las ciudades agrupados en sus propios barrios (morerías).

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