Los reinos cristianos en la Edad Media y la política exterior de los Austrias menores

Los reinos cristianos en la Edad Media

Los reinos cristianos en la Edad Media tuvieron distintos sistemas políticos. En Castilla, las Partidas de Alfonso X y el Ordenamiento de Alcalá contribuyeron a reforzar el poder monárquico y a imponer una política centralista. Sus instituciones eran el Consejo Real, consultivo; las Cortes, sin carácter legislativo pero que votaban impuestos y presentaban quejas; y la Audiencia, judicial. Los municipios contaban con los Concejos municipales y los corregidores. En la Corona de Aragón se impuso una monarquía pactista por el Privilegio General, por la que el rey se comprometía ante las Cortes de cada reino a respetar sus leyes, costumbres y usos. Sus instituciones eran el Consejo Real; los virreyes, representantes del rey; las Cortes, con carácter legislativo; las Diputaciones, que vigilaban los subsidios del rey; y el Justicia, encargado de la defensa de los fueros. Los municipios contaban con una asamblea de miembros de los tres estados. En el siglo VII se inició la feudalización de la sociedad hispánica, pero no se siguió el modelo francés debido al asentamiento libre de campesinos en zonas de repoblación. En el siglo XIII, los reyes concedieron señoríos territoriales a nobles y eclesiásticos por su creciente debilidad y los campesinos libres cedieron sus tierras y se convirtieron en siervos para protegerse. Por esto se terminó consolidando el régimen señorial, basado en vínculos de dependencia entre nobles, que obtenían rentas de sus propiedades y ejercían derechos jurisdiccionales, y campesinos, que dominaban las tierras, pero estaban sometidos a la jurisdicción señorial. La sociedad feudal se dividía en estamentos: los privilegiados (nobleza y clero), propietarios de las tierras que no pagaban impuestos; y el estado llano (campesinos y burguesía), que pagaban impuestos y estaban sometidos al rey o a los señores. También había dos minorías: los judíos, agricultores y prestamistas que vivían en aljamas o juderías; y los mudéjares, dedicados a la agricultura.

Guerra de los 30 años:

La política exterior de los Austrias menores en el siglo XVII se caracterizó por numerosas guerras, como la Guerra de los Treinta Años y la Guerra Franco-Española, y finalizó con la consolidación de un nuevo orden internacional europeo. Durante el reinado de Felipe III se firmaron diversos tratados de paz con Francia, Inglaterra y Holanda. Durante el reinado de Felipe IV tuvo lugar la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto europeo entre católicos y protestantes con un trasfondo por la lucha de la hegemonía europea. España se implicó en el conflicto por la defensa de la religión católica y para recuperar su poder frente a Francia e Inglaterra, como aliada de los Habsburgo de Austria y en contra de los protestantes germanos y sus potencias. La guerra se inició con victorias de los Habsburgo, como la toma de Breda a los holandeses y las victorias de Nordlingen y la Montaña Blanca contra los germanos. Sin embargo, posteriormente fueron derrotados por los germanos y por los franceses e ingleses, que atacaron las posesiones americanas en la guerra contra las Provincias Unidas. Finalmente, se firmó la Paz de Westfalia (1648), donde España reconoció la independencia de los Países Bajos y que puso fin a la Guerra de los Treinta Años. En cambio, la guerra continuó entre España y Francia hasta 1659, con la firma de la Paz de los Pirineos, en la que España cedió territorios como el Rosellón y la Cerdeña a Francia y aceptó concesiones comerciales en América. La Paz de Westfalia supuso la pérdida de la hegemonía de los Habsburgo en Madrid y en Europa, es decir, la pérdida de la hegemonía española en Europa. Finalmente, la política exterior de Carlos II estuvo inmersa en diversas guerras, como la Guerra de Devolución, la Guerra de Holanda o la Guerra de los Nueve Años, en las que España perdió territorios en favor de Francia.

Ideas fundamentales de la ilustración:

La Ilustración fue un movimiento cultural desarrollado en Europa en el siglo XVIII que empleaba la razón y el progreso contra la superstición, el fanatismo religioso y la ignorancia. En España, la Ilustración comenzó por influencia francesa e italiana y los ilustrados fueron una minoría culta de nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Carlos III, junto con sus ministros italianos Grimaldi y el marqués de Esquilache, iniciaron en España el despotismo ilustrado, forma de gobierno autoritario con reformas basadas en la lustración. Las principales reformas económicas fueron la creación de la Lotería Nacional o el Banco Nacional de San Carlos; la libre circulación de cereales y vinos, 1766; la liberalización comercial con América, 1778; la Ley Agraria de Jovellanos; las Reales Fábricas; y las Sociedades Económicas de Amigos del País. En cuanto a la religión, debido al regalismo, se expulsó a los jesuitas y se limitó el poder de la Inquisición. También hubo reformas militares, un apoyo al desarrollo educativo y científico y nuevos cargos locales. El reinado de Carlos III constó de dos etapas. Durante la primera etapa, las reformas ilustradas generaron descontentos sociales como el Motín de Esquilache en Madrid (1766). Las causas de este conflicto fueron el precio del pan, la liberalización de los precios y el malestar por la presencia extranjera en el gobierno, aunque su detonante fue la prohibición de los sombreros de ala ancha y las capas. La revuelta significó la caída de Esquilache y la paralización del modelo avanzado de reformismo. La segunda etapa fue un reformismo más moderado, en la que Campomanes, el conde de Aranda, el conde de Floridablanca y Jovellanos emprendieron diversas reformas. A pesar de la amplitud del programa reformista y las mejoras introducidas, muchas reformas no se llevaron a cabo por la oposición de los privilegiados y la Monarquía ante cambios en la sociedad estamental y sus estructuras económicas.

La monarquía de Felipe II:

Felipe II heredó todos los territorios de su padre Carlos I a excepción del Sacro Imperio y, en su reinado (1556-1598), la hegemonía española alcanzó su apogeo. Asentó la capital en Madrid y mantuvo el gobierno y administración de los Reyes Católicos con un sistema polisinodial de Consejos territoriales y temáticos. Entre sus problemas internos destacan la muerte del heredero Carlos (1568) y el conflicto con su secretario Antonio Perez, que tras ser acusado por prevaricación y del asesinato de Escobedo, escapó a Aragón para ampararse en su legislación. Sin embargo, Felipe II lo acusó ante la Santa Inquisición, por lo que huyó del país y difundió la ‘Leyenda Negra’ contra Felipe. Otro problema fue la rebelión de los moriscos en las Alpujarras, que suponían un problema religioso por conservar sus costumbres a pesar de haberse convertido y político por ser posibles aliados de los piratas berberiscos. En respuesta a la Pragmática Sanción, que limitaba sus libertades culturales, se levantaron en una revuelta que fue abatida por Juan de Austria, con más de 80.000 moriscos deportados. Sin embargo, el problema más grave fueron las tres bancarrotas de su reinado por los costes militares de su política exterior. El objetivo de su política exterior fue la unidad religiosa, y sus principales acontecimientos fueron: la victoria de la Liga Santa España, Venecia Santa Sede en la batalla de Lepanto (1571) contra los turcos; conflictos con Francia por el control de Italia y la Paz de Cateau Cambresis (1559), favorable para España; contra los Países Bajos debido al protestantismo, que acabó con la Unión de Utrecht y la independencia de las Provincias Unidas la derrota de la Gran Armada en su intento de invasión de Inglaterra tras la coronación de Isabel I porque apoyaba a protestantismo y quería controlar el monopolio comercial de España y, finalmente, la unidad ibérica con la anexión de Portugal.

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