La Crisis del Antiguo Régimen en España: De Carlos IV a la Independencia Americana (1788-1833)

El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia (1788-1814)

Tras la muerte de Carlos III, llegó al poder su hijo Carlos IV (1788-1808), conocido por su incapacidad para gobernar y respaldado por su mujer, María Luisa de Parma, quien tomaba las decisiones políticas y manejaba el gobierno junto a Manuel Godoy, primer ministro y almirante de Castilla, rechazado por su apoyo inicial a los ilustrados.

La Influencia de la Revolución Francesa y la Alianza con Napoleón

Tras la Revolución Francesa (1789), comenzó una etapa de hostilidad contra Francia que estos últimos aprovecharon para ocupar la zona del País Vasco y parte de Cataluña. Esto se saldó con la firma de la Paz de Basilea (1795). Posteriormente, con la firma del Tratado de San Ildefonso (1796), se recuperó el sistema de alianzas con Francia. La alianza contra Inglaterra resultó en el desastre de Trafalgar (1805).

Napoleón ideó un plan para la conquista de Portugal y el bloqueo a Gran Bretaña, lo que se formalizó con la firma del Tratado de Fontainebleau (1807), que permitía la entrada de tropas francesas hacia Portugal. Durante el proceso, se iban formando acuartelamientos con la intención secreta de hacerse con el país. Además, una crisis económica y agrícola provocó el estancamiento demográfico y el descontento de la población por el aumento de la presión fiscal.

El Motín de Aranjuez y las Abdicaciones de Bayona

Todo ello, junto a la impopularidad de Godoy, provocó la sublevación del Motín de Aranjuez (marzo de 1808), encabezada por la nobleza y el Príncipe Fernando. Encarcelaron a Godoy y obligaron a Carlos IV a abdicar en su hijo, Fernando VII. Napoleón, al enterarse de lo sucedido, los convocó a ambos en Bayona, donde se produjeron las Abdicaciones de Bayona (5 de mayo de 1808). En ellas, Fernando VII devolvió la corona a su padre, Carlos IV se la entregó a Napoleón, y este último, a su hermano José I Bonaparte.

El Estallido de la Guerra de la Independencia (1808-1814)

El 2 de mayo de 1808, se produjo el levantamiento popular en Madrid en contra del ejército francés y su intento de conquistar el territorio. Como consecuencia, se dieron los fusilamientos (cientos de civiles) del 3 de mayo. Dada la ausencia de los reyes y el vacío de poder, los alcaldes de los distintos municipios decidieron que la soberanía recaía sobre la nación, formando Juntas, como la Junta Suprema Central, para organizar la guerra.

Por todo esto, estalló la Guerra de la Independencia (1808-1814). Se enfrentaron dos bandos:

  • Afrancesados: Defendían el gobierno liberal de José Bonaparte.
  • Patriotas: (Absolutistas, liberales e ilustrados) que apoyaban el reinado de Fernando VII.

Podemos distinguir el conflicto en tres etapas:

  1. Primera Fase (mayo-diciembre de 1808): Los franceses se encontraron con resistencias populares inesperadas (sitios de Zaragoza y Girona); también fueron derrotados en batallas como la de Bailén (1808).
  2. Segunda Fase (1808-1811): Se caracterizó por el dominio napoleónico, lo que hizo que el ejército español fuese derrotado en numerosas ocasiones (Ocaña y Talavera). En 1810, solo resistía Cádiz gracias a la protección de la Armada Británica; y, contra todo pronóstico, los guerrilleros siguieron luchando.
  3. Tercera Fase (1812-1813): Se produjeron las ofensivas angloespañolas (tropas de Wellington) que derrotaron a los franceses en batallas como la de Arapiles y San Marcial.

Finalmente, en diciembre de 1813, tras la firma del Tratado de Valençay, Napoleón le devolvió la corona al rey Fernando VII. A comienzos de 1814, las tropas napoleónicas abandonaron el territorio, poniendo así fin a la Guerra de la Independencia.

En conclusión, las consecuencias de la guerra fueron devastadoras, con alrededor de medio millón de muertos y crisis económicas por la decadencia demográfica. No obstante, el sentimiento de nación surgió entre los españoles, por las influencias liberales, debido a que el pueblo tomó conciencia de su identidad y soberanía.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La División Política y la Formación de Juntas

En el contexto de la Guerra de la Independencia, los españoles se dividieron en dos bandos opuestos:

  • Afrancesados: Una minoría ilustrada que apoyaba a José I Bonaparte, ya que creían que este cambio dinástico posibilitaría una modernización del país gradual y pacífica. Para satisfacer las aspiraciones reformistas, el rey promulgó una Carta Otorgada (Estatuto de Bayona, 1808) donde liquidó las bases del Antiguo Régimen.
  • Patriotas: Apoyaban a Fernando VII, pero se encontraban divididos por sus ideologías opuestas, lo que se reflejaba en las Juntas y las Cortes.

Basándose en la soberanía nacional, con el estallido del conflicto, los patriotas se organizaron en Juntas locales y provinciales, en las que estaban representados todos los grupos sociales, que fueron las encargadas de gobernar el territorio ante la ausencia del rey. Para coordinarse, nombraron una Junta Suprema Central (septiembre de 1808) que se encargó del gobierno del país, en nombre de Fernando VII, y de la dirección de la guerra.

La Convocatoria de Cortes

Por una serie de reivindicaciones políticas, se convocaron Cortes Generales y Extraordinarias (1809), que serían estamentales, por lo que se eligieron los representantes mediante sufragio universal masculino. En enero de 1810, la Junta Suprema Central se disolvió por su fracaso en la dirección de la guerra; en su lugar, se estableció en Cádiz (única ciudad española libre del control francés) un Consejo de Regencia que no se opuso a la reunión de las Cortes.

Entre los diputados de las Cortes (uno de cada tres eran eclesiásticos) se incluían representantes de las colonias americanas y se distinguieron tres grupos diferenciados:

  • Absolutistas (nobleza y clero): Defendían unas Cortes estamentales limitadas a la dirección de la guerra.
  • Jovellanistas: Partidarios de Cortes estamentales que dirigieran la guerra e introdujeran reformas ilustradas manteniendo el Antiguo Régimen.
  • Liberales (burguesía y otras clases medias urbanas): Perseguían la formación de Cortes constituyentes.

La Obra Legislativa de Cádiz

En septiembre de 1810, se inauguraron las Cortes de Cádiz, donde los liberales aprovecharon su mayoría para imponer el voto individual y no por estamento, como hasta entonces. Se promovió un cambio político radical con el que se consiguió el desmantelamiento del Antiguo Régimen. Se reconocía a Fernando VII como legítimo rey, se estableció la soberanía nacional (donde las Cortes representaban a la nación y ejercían el poder legislativo) respetando la división de poderes.

Además, se llevaron a cabo otras reformas clave:

  • Supresión del régimen señorial.
  • Desamortización de bienes municipales y órdenes militares.
  • Supresión de la censura y abolición de la Inquisición.
  • Eliminación de gremios.
  • Reconocimiento de derechos y libertades individuales.
  • Elaboración de la Constitución de 1812.

La Constitución de 1812: ‘La Pepa’

Aprovechando la ausencia del rey, el 19 de marzo de 1812 se aprobó la primera Constitución española, conocida como «La Pepa». Esta fue revolucionaria y estableció la soberanía nacional dentro de una monarquía parlamentaria. Se reconocieron distintos derechos individuales políticos (libertad de expresión e igualdad ante la ley) y económicos (libertad económica).

También se implantó la división de poderes:

  • Ejecutivo: Recae sobre el rey.
  • Legislativo: Una sola cámara (las Cortes).
  • Judicial: Jueces independientes y un fuero único para todos los españoles.

Además, se recogió el sufragio universal masculino por el que se elegían los diputados.

Este sistema liberal implantado por la Constitución de 1812 tuvo una vigencia muy breve, ya que la guerra impidió su aplicación efectiva; a pesar de ello, fue muy importante y se convirtió en la bandera del liberalismo nacional.

El Reinado de Fernando VII y la Cuestión Sucesoria (1814-1833)

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

En diciembre de 1813, tras la firma del Tratado de Valençay, Napoleón le devolvió la corona al rey Fernando VII, quien regresó a España en enero de 1814. Debía ir directo desde la frontera hacia Madrid, donde debía jurar la Constitución, pero, para manifestar su rebeldía hacia las Cortes y tantear apoyos (que encontró en el pueblo no ilustrado) para restaurar el absolutismo, tomó otro camino.

Comprobó que contaba con los apoyos necesarios tras la publicación del Manifiesto de los Persas por 69 diputados absolutistas. Por ello, Fernando VII promulgó en mayo de 1814 el Decreto de Valencia, donde disolvía las Cortes de Cádiz y abolía todas sus leyes, incluyendo la Constitución de 1812, restableciendo así el Antiguo Régimen y la Inquisición para la persecución de los liberales principalmente. En este contexto, se desarrolla el Sexenio Absolutista (1814-1820).

Por la inestabilidad gubernamental, Fernando VII fue incapaz de hacer frente a los graves problemas interiores (crisis de la Hacienda estatal y decadencia de la producción industrial) y exteriores (independencia de las colonias americanas y pérdida de los mercados coloniales). Los liberales se debilitaron por la represión absolutista, apareció la masonería, y buscaron la ayuda del ejército con lo que se dieron los primeros pronunciamientos militares. Tras el fracaso de varios (Díaz Porlier, 1815; General Lacy, Cataluña, 1817), triunfó el liderado por el coronel Rafael de Riego el 1 de enero de 1820 en Cabezas de San Juan, con lo que comenzó el Trienio Liberal (1820-1823).

El Trienio Liberal (1820-1823)

Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, reinstaurándose así el liberalismo, y se formaron nuevas Cortes que tuvieron que afrontar graves dificultades. Los realistas (clero y campesinado, principalmente) se oponían a las medidas del liberalismo. Mientras, los liberales se encontraban divididos:

  • Moderados (Argüelles): Buscaban un cambio más progresivo y aceptaban la intervención del Rey en el proceso legislativo.
  • Exaltados (Riego): Defendían la aceleración de las reformas y la limitación de la participación del Rey a cuestiones del Poder Ejecutivo.

Mientras, el Rey usaba el derecho de veto para entorpecer la labor de las Cortes. En este contexto comienza el desarrollo de los primeros partidos políticos.

Tras el fracaso de la sublevación realista de la Guardia Real en Madrid, sofocada por la Milicia Nacional, se creó la Regencia de Urgel (realistas). Durante esta etapa, los liberales restablecieron la legislación de Cádiz, abolieron el régimen señorial, los mayorazgos y la Inquisición, y continuaron con la desamortización de tierras eclesiásticas. Se impulsó una reforma eclesiástica y se aprobaron leyes clave como el Reglamento de Instrucción Pública y el primer Código Penal. España quedó dividida en 52 provincias.

La Década Ominosa (1823-1833) y la Cuestión Sucesoria

La Santa Alianza (Tratado de Verona, 1822) envió a los Cien Mil Hijos de San Luis (1823), cuyo triunfo permitió a Fernando VII restaurar el absolutismo, comenzando así la Década Ominosa (1823-1833).

Con el decreto del 1 de octubre de 1823, declaró nulas todas las medidas adoptadas durante el Trienio liberal y restableció las instituciones del Antiguo Régimen, excepto la Inquisición (sustituida por las Juntas de Fe). Creó el cuerpo de los Voluntarios Realistas para la defensa del absolutismo e inició una nueva persecución que llevó a los liberales a la cárcel, el exilio (Goya) o la muerte (Riego, Torrijos).

La grave crisis económica por los diferentes conflictos internos y externos llevó a la introducción de reformas económicas liberales (Banco de San Fernando y Bolsa de Madrid) que causaron un gran malestar entre los absolutistas más radicales. En 1827, un sector de estos ultra realistas se sublevó en Cataluña (revuelta de los malcontents) y fueron duramente reprimidos. Estos apoyaban a Carlos María Isidro, hermano del rey, y protagonizaron nuevos levantamientos en defensa de sus derechos sucesorios y de la vuelta al absolutismo tras la muerte de Fernando VII en 1833.

El Conflicto Dinástico

María Cristina de Borbón, esposa de Fernando VII, quedó embarazada en 1830. Previendo que el bebé fuese una niña, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica, la cual impedía el reinado de las mujeres. Tras los Sucesos de La Granja en 1832, el gobierno fue encabezado por Cea Bermúdez (moderado), y el infante Carlos María Isidro fue expulsado de España.

Con la muerte de Fernando VII, las Cortes proclamaron heredera a su hija Isabel II y regente a su madre María Cristina. Sin embargo, Carlos no la reconoció como legítima reina y, con el apoyo de los carlistas, se autoproclamó rey en el Manifiesto de Abrantes, iniciando la Primera Guerra Carlista.

El Proceso de Emancipación de las Colonias Americanas

Factores y Protagonistas del Independentismo

La independencia de las colonias españolas en América se inició con la Guerra de Independencia y terminó durante el reinado de Fernando VII. De hecho, hacia 1825 España había perdido su imperio colonial, y solo conservaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Los principales protagonistas del independentismo fueron los criollos, americanos descendientes de españoles, que representaban un 15% de la población, aunque controlaban la riqueza de las colonias.

Los factores que propiciaron el movimiento independentista fueron fundamentalmente:

  • El rechazo del monopolio comercial, perjudicando a productores, comerciantes y consumidores.
  • La centralización política impuesta por los Borbones, desplazando a los criollos de los puestos políticos más influyentes en beneficio de la burocracia peninsular.
  • La influencia de la corriente ilustrada y la independencia de Estados Unidos.
  • La propia debilidad de España, reflejada con la Guerra de Independencia, lo que provocó el aislamiento de las colonias y el colapso del comercio.

Fases del Proceso de Independencia

  1. Primera etapa (1808-1814): En 1808, tras la invasión francesa, en las colonias se formaron Juntas como en la Península. Aprovechando la situación, algunas de estas juntas, como las de Caracas y Buenos Aires, negaron su obediencia a las autoridades peninsulares y promulgaron las primeras declaraciones de independencia. En México, el movimiento del sacerdote Hidalgo, que tuvo un carácter social al reivindicar el fin de la esclavitud y el reparto de tierras, fue reprimido. Solo Paraguay en 1811 logró la independencia durante esta etapa.
  2. Segunda etapa (1814-1824): Con el restablecimiento del absolutismo en España se produjeron en América múltiples sublevaciones. Fernando VII respondió enviando un ejército de más de 10.000 efectivos que en un primer momento restauró el control español, excepto en Argentina, que se independizó en 1816 bajo el liderazgo de José San Martín. Poco después, San Martín ayudó a O’Higgins en Chile, que alcanzó la independencia tras la batalla de Chacabuco en 1817.

El movimiento de liberación se extendió por todo el territorio. Simón Bolívar lideró la independencia de Colombia (Batalla de Boyacá), Venezuela y Ecuador, aunque fracasó en formar la «Gran Colombia». Por su parte, Iturbide encabezó la independencia de México (1822) y Centroamérica. Finalmente, el general Sucre lideró la emancipación de Perú en la batalla de Ayacucho en 1824 y Bolivia. En 1825, toda la América española era independiente, excepto Cuba y Puerto Rico.

Consecuencias y Legado Español en América

Para España, la consecuencia principal fue la pérdida del mercado americano para las manufacturas españolas, el fin del suministro de materias primas baratas y la disminución de ingresos para la Hacienda Real, provocando un declive económico que dificultaría el desarrollo de la industrialización.

Para América, el predominio sociopolítico y económico de los criollos favoreció la figura del caudillo militar, a la par que la fragmentación en quince repúblicas independientes las debilitó frente a las nuevas injerencias por parte de estados como Gran Bretaña y, posteriormente, de Estados Unidos.

El Legado Español

El legado español en América, tras cuatro siglos de continuada presencia en el continente, es muy rico y variado:

  • Político: Los nuevos Estados surgieron sobre la base de las fronteras interiores de los virreinatos (intendencias) y la influencia de la Constitución de 1812, pero adoptaron sistemas de gobierno republicanos.
  • Económico: Los españoles transformaron las actividades agrarias y la alimentación, introdujeron cultivos como el trigo, la vid, el azúcar, nuevos animales como el caballo, la vaca y la oveja, y además utillajes como el arado.
  • Social: Destaca el mestizaje. La heterogeneidad de la sociedad iberoamericana es herencia de la colonización, que favoreció el mestizaje a través de los matrimonios mixtos.
  • Cultural: El español es el idioma oficial de la mayoría de los países, siendo uno de los elementos que mayor unidad confieren a la región. El cristianismo se convirtió en la religión mayoritaria debido a la labor evangelizadora de los colonizadores.

Comentario Histórico-Jurídico: El Tratado de Fontainebleau (1807)

Primer Acercamiento al Documento

El Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807, es una fuente primaria de carácter político y jurídico, resultado del acuerdo entre Francia y España. La idea principal del tratado era la invasión y el reparto de Portugal. Esta idea se complementa con varias ideas secundarias: la división de Portugal en tres zonas, la concesión de una parte de Portugal a Godoy, y la justificación de la invasión bajo el pretexto del bloqueo continental a Inglaterra.

Este tratado se enmarca dentro de las Guerras Napoleónicas, donde Napoleón buscaba dominar Europa, y Portugal, aliado de Inglaterra, era un objetivo clave. El Tratado de Fontainebleau facilitó la entrada de tropas francesas en España, lo que llevó a la ocupación francesa y la Guerra de la Independencia Española.

Las consecuencias fueron profundas: la ocupación francesa de España desató una guerra que debilitó el imperio napoleónico y provocó una crisis política y social en España. Esto, a su vez, fomentó movimientos independentistas en las colonias americanas, cambiando el mapa político de Europa y América.

Profundización en el Contexto y las Implicaciones

El Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807, constituye una fuente primaria de carácter político y diplomático, resultado del acuerdo entre Francia y España. La idea principal que subyace a este tratado es la invasión y el posterior reparto del Reino de Portugal. Esta idea central se ve complementada por una serie de ideas secundarias que aportan mayor detalle y complejidad al acuerdo:

  1. La división de Portugal en tres zonas claramente delimitadas, lo que evidencia una planificación minuciosa del reparto territorial entre las potencias firmantes.
  2. La concesión de una porción del territorio portugués a Manuel Godoy, el valido del rey Carlos IV, lo que pone de manifiesto los intereses personales y políticos que influyeron en la negociación.
  3. La justificación de la invasión bajo el pretexto del bloqueo continental impuesto a Inglaterra, revelando así la estrategia napoleónica para debilitar a su principal adversario económico y militar.

Este tratado debe entenderse en el contexto más amplio de las Guerras Napoleónicas, un período de intensa conflictividad en Europa en el que Napoleón Bonaparte buscaba consolidar su dominio sobre el continente. Portugal, debido a su tradicional alianza con Inglaterra, representaba un obstáculo para los planes expansionistas de Napoleón, quien pretendía aislar económicamente a Gran Bretaña mediante el establecimiento de un bloqueo comercial a escala continental. El Tratado de Fontainebleau, en este sentido, allanó el camino para que las tropas francesas ingresaran en territorio español, desencadenando una serie de acontecimientos que, en última instancia, conducirían a la ocupación francesa de España y al estallido de la Guerra de la Independencia Española, un conflicto que tendría profundas consecuencias tanto para España como para el resto de Europa.

Las consecuencias del Tratado de Fontainebleau fueron de gran alcance y trascendencia histórica. La ocupación francesa de España no solo desató una cruenta guerra que marcaría el principio del fin del imperio napoleónico, sino que también provocó una grave crisis política y social en la península ibérica, generando un vacío de poder que sería aprovechado por los movimientos independentistas en las colonias americanas para iniciar sus propias luchas por la emancipación. De esta manera, el Tratado de Fontainebleau actuó como un catalizador de cambios profundos y duraderos que transformarían el mapa político y social de Europa y América.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *