Momentos Cruciales de la Monarquía Hispánica: Expansión, Poder y Desafíos Internos

Conquista y Colonización de América: Las Leyes de Indias

Tras el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, su colonización se llevó a cabo siguiendo los esquemas de la metrópoli. Los reyes designaron funcionarios para administrar el territorio y controlar las riquezas, de las cuales les correspondía una quinta parte o el quinto real. La monarquía organizó la administración de América inspirándose en las leyes e instituciones castellanas. El control se organizaba desde la Casa de Contratación y el Consejo de Indias.

La explotación económica fue llevada a cabo por colonos españoles que se sirvieron de la mano de obra indígena mediante el sistema de repartimientos. A partir de 1512, con las Leyes de Burgos, se estableció el sistema de encomiendas.

Desde los Reyes Católicos (RR.CC.) fueron frecuentes las disposiciones de la Corona para evitar la explotación de los indígenas. A partir de las denuncias sobre el trato a la población, la reina Isabel prohibió la esclavitud; sin embargo, los abusos fueron constantes y las disposiciones se incumplieron de forma sistemática. En 1542, fray Bartolomé de las Casas denunció las explotaciones y abusos ante Carlos V, lo que llevó a la firma de las Leyes Nuevas, que suprimían las encomiendas e introducían reformas para evitar abusos.

Estas normas fueron mal recibidas entre los colonizadores, produciéndose levantamientos en Perú, lo que obligó a los reyes a buscar una solución de compromiso, reduciendo la encomienda al cobro de un tributo. Las denuncias de Las Casas resultaron inútiles. En su momento, sus escritos fueron tildados de escandalosos y exagerados, por lo que no cumplieron su objetivo: evitar la continuación de las conquistas y la colonización. Fueron publicados en 1552, alcanzando gran éxito a lo largo del siglo XVII y convirtiéndose en una de las fuentes utilizadas para la Leyenda Negra contra el Imperio Hispánico.

Política Exterior de la Monarquía Hispánica de Felipe II

La política exterior de Felipe II (1556-1598) perseguía cuatro objetivos principales:

  1. La hegemonía en Europa.
  2. La defensa a ultranza de los territorios que formaban su patrimonio (Península Ibérica, América, Países Bajos y posesiones en Italia).
  3. La defensa del catolicismo frente al protestantismo.
  4. La defensa del Mediterráneo contra el Imperio Otomano y los piratas berberiscos.

Tras la firma de la paz con Francia después de San Quintín (Paz de Cateau-Cambrésis en 1559), el foco de interés de Felipe II se desplazó al Mediterráneo occidental. Durante los primeros veinte años de su reinado, tuvo como objetivo frenar la expansión militar otomana por el Mediterráneo, para lo que construyó barcos y buscó aliados (la Liga Santa) que le permitieran conseguirlo. En 1571, la flota de la Liga, al mando de Don Juan de Austria, consiguió la victoria de Lepanto, poniendo fin a la expansión otomana en el Mediterráneo occidental, pero no a la piratería berberisca.

El segundo gran conflicto fue el de los Países Bajos. Estalló en 1568 y no finalizó hasta 1648, ya con Felipe IV en el trono. La causa fue la política represiva aplicada contra los numerosos calvinistas presentes en la región, lo que representó la defensa de la catolicidad frente al protestantismo. La guerra fue muy dura y de desgaste. El resultado final fue la división en dos territorios: las Provincias del Sur (actuales Bélgica y Luxemburgo, de mayoría católica) y las Provincias del Norte (actual Holanda, de mayoría calvinista).

El tercer frente se produjo como consecuencia del apoyo de Isabel I de Inglaterra a los calvinistas de los Países Bajos, así como de su anticatolicismo. Esto hizo que Felipe II se decidiera a invadir Inglaterra con una gran flota (la Armada Invencible, en realidad conocida como la Gran Armada). El intento fue un clamoroso fracaso (1588), lo que significó, por otro lado, el comienzo del poderío naval británico.

Finalmente, en 1580, Felipe II se hizo con el trono de Portugal, consolidando así sus posesiones europeas, americanas (incluido Brasil), africanas y asiáticas.

El Conde-Duque de Olivares: Rebelión de Cataluña e Independencia de Portugal

Felipe IV (1621-1665) depositó su confianza en el Conde-Duque de Olivares, Don Gaspar de Guzmán, quien deseaba recuperar el prestigio y la hegemonía de la monarquía hispánica. Esto supuso la intervención en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) para defender el catolicismo, los intereses comerciales y evitar la hegemonía de Francia.

Para conseguirlo, era fundamental que todos los reinos que componían la Monarquía Hispánica contribuyeran con hombres y dinero en la misma proporción que Castilla. Por ello, se hacía imprescindible, según el Conde-Duque, «reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla» (Instrucción sobre el Gobierno de España, 1625). Esta es la denominada Unión de Armas, con la que se pretendía reclutar un ejército de 140.000 hombres mantenido por todos los reinos.

Pero la situación se complicó con la crisis económica y social, la intervención de Francia en la Guerra de los Treinta Años en contra de España y, sobre todo, por la resistencia de los distintos reinos que se oponían apoyándose en sus fueros y privilegios. En 1640, se sublevaron, casi simultáneamente, Cataluña y Portugal (además de una posible conspiración en Andalucía dirigida por el duque de Medina Sidonia) contra Felipe IV. Cataluña reconoció como rey a Luis XIII de Francia, y Portugal proclamó rey al duque de Braganza (Juan IV). El Conde-Duque fue destituido en 1643. También, en esta década, estallaron tumultos y motines en la Corona de Aragón, Palermo y Nápoles.

La Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos (1659) significaron el fin de la hegemonía hispana y el principio de la francesa. España cedió territorios europeos a Francia, pero pudo sofocar la sublevación catalana tras la rendición de Barcelona en 1652. Portugal, por el contrario, recuperó su independencia política en 1668.

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