Sociedad limitada nueva empresa

LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL Siglo XIX: DEL ESTAMENTALISMO A LA SOCIEDAD DE CLASES.-

Con la muerte de Fernando VII (1833) se había iniciado el asentamiento del nuevo modelo de sociedad clasista, que sustituía a la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Con el liberalismo, el mérito y esfuerzo eran los nuevos criterios para establecer el ascenso descenso de los individuos, cuya expresión es la propiedad, baremo que regula la participación política mediante el sufragio censitario. La asociación de mérito y propiedad excluyó de la participación política a la mayoría de los ciudadanos. Esta sociedad de clases basada en el derecho de propiedad e igualdad ante la ley. Permitíó mayor movilidad social. Un nuevo grupo social dominante configurado por la alta burguésía (Empresarios textiles catalanes…), la oligarquía terrateniente (propietaria de grandes latifundios) y los altos cargos del estado y del ejército. Por debajo emergieron clases medias urbanas no numerosas (funcionarios, médicos…). La población campesina configuraba la mayoría de la población del país y era muy heterogénea (propietarios, arrendatarios y jornaleros). Por último, ligada a la débil industrialización se configuro un pequeño grupo de obreros industriales. Las libertades políticas permitieron un impulso al movimiento obrero en el Sexenio.

La aristocracia

La nobleza, seguía manteniendo su vigencia social. La mentalidad nobiliaria, fue el motor externo que en buena medida avivó los movimientos ascensionales de la burguésía.
De hecho, la clase media carecíó de una conciencia de clase, porque seguía teniendo a la nobleza como ejemplo para imitar; y entre las clases altas, medias y bajas no proletarizadas iba a tardar mucho tiempo en extinguirse el prestigio personal de la nobleza, ello independientemente del poder político o económico que estos pudieran tener. La nobleza, era una élite asociada a la burguésía con un gran poder económico e influencia política, principalmente en el Senado. Por otra parte, su poder económico permanecía intacto: en 1854, los 27 mayores contribuyentes de Castilla eran nobles; de ellos, 24 tenían posesiones en Andalucía y Extremadura. Esta nobleza fue tratada con consideración por la nueva oligarquía liberal.

La Iglesia


En el año 1845, la Iglesia aparecía ya como un elemento útil para el mantenimiento del régimen político. La participación del alto clero en el Senado en los años siguientes iba a ser moderada. Privada de buena parte de sus riquezas por la desamortización, la Iglesia había perdido no solo poder político y fuerza, sino que, además, pasó a depender económicamente por completo del Estado, dedicándose únicamente a lo espiritual. De ahí que el alto clero que se sentaba en el Senado estuviera compuesto por hombres intelectualmente grises que reunían dos carácterísticas: estaban centrados en su función pastoral y no estaban a la altura de los problemas propios de su época. Pero servían para los fines de los políticos liberales. Lo que estos pretendían era la promoción de un espíritu de paz y reconciliación entre los españoles (tras la Guerra Civil con los carlistas) que sirviera para asentar el orden establecido. La Iglesia aceptó el papel que le fue asignado de tranquilizadora de espíritus y que resultó de vital importancia para calmar los exaltados ánimos ante las diferencias sociales que provocaba el desarrollo de la industrialización. 

El ejército: “los espadones”

La victoria en la Guerra Civil les había proporcionado seguridad en sí mismos, se sentían, ante todo, monárquicos constitucionales (defensores de Isabel II), más que liberales, y llamados a mantener el orden social como medio imprescindible de defender la libertad. Lo que les llevó a hacerse políticos y a participar en los Gobiernos; y así comenzó lo que se ha llamado «régimen de los generales», que duraría prácticamente hasta 1868; fueron los tiempos de Espartero, Narváez,O’Donnell y, más tarde, de Prim y Serrano. La clase media los aceptó porque eran una garantía para la guarda de su propiedad, y la consolidación de la nueva sociedad liberal. El grupo de militares en el Senado complementaba la labor que al mismo tiempo estaban realizando los presidentes militares de gobierno, formaban un bloque lo suficientemente significativo como para imponer su parecer. Por otra parte, la misma uníón de este grupo con la nobleza, que desde su origen había estado vinculada con la realidad militar, reforzaba aún más su poder.

La burguésía:

Isabel II pudo ganar la Guerra Civil y asentarse en el trono gracias al apoyo de la burguésía. La cual aprovechó la situación para ascender al poder y construir un Estado a su medida. La burguésía no solo no desplazó a la aristocracia como clase dominante, sino que se identificó con ella. Era una burguésía aristocratizante, que, por la vía del matrimonio o mediante la concesión de nuevos títulos, pretendía ennoblecerse. Isabel II concedíó un enorme número de títulos nobiliarios a personajes destacados en la milicia, la política y las finanzas (Narváez, O’Donnell, Serrano, Ros de Olano, Remisa, Salamanca, etc.). Políticos, funcionarios, propietarios agrícolas y empresarios industriales aparecen en este tiempo con unas diferencias tan tenues entre sí que merecen ser considerados en conjunto. Eran los nuevos representantes de las clases acomodadas, llamados por la monarquía a proclamar en el Senado la necesidad de que hubiera orden y paz para los negocios. Además de frenar los planteamientos populares del Congreso. Económica y socialmente estaban incluidos en la clase media, la cual incluía también a la baja burguésía, dueña de pequeños talleres y tiendas, cuyos limitados beneficios la excluían del censo electoral. Constituían, por tanto, tan solo una parte de esa clase media, aunque la principal. Eran defensores de la propiedad privada, de los derechos individuales y de participación política y de la nueva economía industrial. Este estrato fue el sustento de la nueva mentalidad burguesa, en la que sus miembros aceptaron la idea de que el progreso aportaba un mundo hermoso que era perfectamente compaginable con las promesas del más allá de la religión católica. Por ello, en tanto se aprovechaban de las ventajas de un Estado abierto a la industrialización, a la venta de los bienes colectivos -mediante la desamortización de la Iglesia y de los pueblos- y a la construcción de un mercado nacional, su mediana propiedad acumulada nutría de electores y diputados al Congreso, de acuerdo con el sistema censitario establecido.

Las masas populares:

campesinos y proletarios Había también una movilidad entre el estrato medio y el estrato inferior. Y de nuevo, dentro de este, existían diferentes niveles o capas, que descendían hasta llegar al proletariado. Tras su participación en la guerra de la Independencia, el elemento popular quedó sumido en un silencio que derivaba de la misma inmovilidad que le había otorgado la ideología liberal; y así permanecíó durante décadas. Pero el estrato inferior no formaba un todo unitario. Dos grupos diferentes se mostraban de forma inmediata: el rural y el urbano. La comunidad rural estaba regida por un tiempo lento, que dependía del ciclo astronómico y sus leyes, en contraste con la celeridad urbana. Así, todo lo que llegaba a ella desde fuera, a través de la aplicación de una ley o de la moda, era algo necesariamente impuesto. El desfase entre la sociedad urbana y la rural era total. Por otra parte, ambas sociedades no podían ser equiparadas numéricamente: en 1860, por ejemplo, la población activa era abrumadoramente agrícola y los obreros estrictamente industriales venían a representar tan solo alrededor del 4 %. Por último, dentro de cada una, y de modo destacado en la urbana, la variedad de oficios y de ocupaciones, con la variedad de salarios, producía una gran diversidad de situaciones concretas.

Movimiento Obrero


En 1864 se crea la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.), donde conviven seguidores de C. Marx(marxistas o socialistas) y M. Bakunin (anarquistas). Las libertades traídas por la Gloriosa; permiten la creación de la Sección Española de la A.I.T. Su fundación se debíó al impulso del anarquista Giuseppe Fanelli. En los internacionalistas  españoles predominó la ideología anarquista. Tuvo un mayor desarrollo en Cataluña (por su mayor industrialización). Paúl Lafargue (yerno de Marx) vino a España a propagar el marxismo. En 1872 creó un pequeño grupo madrileño que daría lugar más tarde al PSOE (1879), creado por Pablo Iglesias. Había un mayor sindicalismo anarquista, pero al no crear partido político no participaron en la República y su apoyo al cantonalismo provocó su ilegalidad.

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