Progresividad creciente

59 y 60. ANALIZA LA POLÍTICA ECONÓMICA DE ESPAÑA EN LA SEGUNDA MITAD DEL Siglo XIX: PROTECCIONISMO, LIBRECAMBISMO, UNIDAD MONETARIA Y BANCA MODERNA.

Si bien los problemas que arrastraba la economía española eran muchos, el gran debate económico del siglo XIX entre gobiernos, partidos políticos, industriales y agricultores fue la alternativa entre una política económica proteccionista (aranceles altos para proteger a los productos nacionales frente a la competencia exterior) y una librecambista (aranceles bajos para estimular la demanda y la competencia).

El proteccionismo era defendido por los industriales catalanes sobre todo, los terratenientes castellanos, dedicados al cereal, y los siderúrgicos vascos, que se opónían a la libertad de mercado que preconizaba el librecambismo porque amenazaba sus negocios por la competencia que supónían las producciones de otros países: más baratas y de mayor calidad que las nacionales. El argumento del proteccionismo se basa en que la producción nacional es prioritaria frente a la de otros países; en el caso español, lo que se intentaba sobre todo era evitar la competencia de la industria británica, cuyos productos eran más baratos y de mayor calidad. Consideraban que la libre competencia hundiría a la incipiente industria española. Los moderados, durante el reinado de Isabel II, y posteriormente los conservadores en la Restauración les darán su apoyo.

La postura librecambista era apoyada con fuerza por los exportadores de productos agrarios (principalmente levantinos y andaluces) y las compañías ferroviarias, así como por los círculos académicos y políticos liberales. Tuvieron el apoyo de las masas urbanas, para quienes el librecambismo supónía productos más baratos. El liberalismo defiende que el librecambismo estimula la innovación de las empresas para adaptarse a la competencia y resulta más favorable para el consumidor, ya que mejora la concurrencia entre las empresas que compiten por ganar cuotas de mercado ofreciendo productos de mejor calidad y más baratos. Fueron apoyados por los progresistas durante el reinado de Isabel II y por el Partido Liberal después.

En España la política seguida fue, durante casi todo el Siglo XIX, proteccionista con algunas excepciones. Algunos matices librecambistas, aunque de moderado alcance, se introdujeron en los años 40, con actuaciones como la reforma de Mon-Santillán en 1845 y el arancel de 1849, y durante el Sexenio. Cánovas durante la Restauración apostó por el proteccionismo, política económica seguida durante todo el Siglo XX, hasta la desaparición de la dictadura de Franco y nuestra incorporación a la actual Uníón Europea (en 1986, denominada entonces Comunidad Económica Europea).

Por otra parte, una de las reformas básicas del Estado liberal en España durante el Siglo XIX fue el control de la banca y la emisión de moneda. Así, al mismo tiempo que se iniciaba la transición a un sistema monetario moderno con la aparición de la peseta, se emprendía también la implantación de un nuevo sistema bancario.

Por lo que respecta a la modernización del sistema bancario español, el primer banco nacional es el Banco de San Carlos, que funciónó entre 1782 y 1820 y fue creado, fundamentalmente, para conceder préstamos a la corona a través de la emisión de vales reales, lo que le acabaría llevando a la bancarrota.

En 1820 los liberales crean un nuevo banco: el Banco de San Fernando. Esta institución tenía capacidad para emitir billetes de banco que sólo servían en Madrid. De este banco se sirve Mon-Santillán (década moderada) para recaudar los impuestos y para controlar la tesorería del gobierno, a través de su reforma de la Hacienda (simplificación del sistema impositivo a través del establecimiento de impuestos directos e indirectos).

En 1844 se crea el Banco de Isabel II, en Madrid, que tendrá una capacidad emisora de billetes mayor que el Banco de San Fernando. Además, el Banco de Isabel II tiene la prioridad para abrir sucursales en otras capitales de provincia. Esta tendencia implica que los billetes de banco comienzan a emitirse en varias ciudades. Pero la competencia entre los dos grandes bancos madrileños crea problemas. Para evitarlos se hace necesario fusionar los dos bancos. Surge así el Nuevo Banco de San Fernando con monopolio de emisión de billetes de banco en Madrid. En 1856 pasaría a denominarse simplemente Banco de España.


Esta institución tendrá prioridad para abrir sucursales en toda España, como las de Valencia, Alicante, etc., y será, también, emisor de billetes. Su labor principal será la financiación del ferrocarril y de la industria. Las reformas del bienio progresista también suponen la liberalización de la emisión de moneda, con lo que gran número de los bancos privados comienzan a emitirla. Finalmente, en 1874 se concede el monopolio de emisión

de billetes al Banco de España, que absorbe muchos de los bancos privados, con lo que se unifica la moneda y se extiende su validez a todo el país.

Por último, tras el desastre colonial de 1898, se repatrió a España gran parte de los capitales situados en Cuba, Puerto Rico y Filipinas y se inició una nueva fase de desarrollo bancario privado, con fundaciones tan importantes como la del Banco Hispano Americano en 1901.

Menos importante fue la creación de cajas de ahorro, con un papel más asistencial que financiero y dirigidas al fomento del ahorro entre las clases medias y trabajadoras.

Otra innovación fue la creación de la Bolsa de valores. En 1831 comienza a funcionar la Bolsa de Madrid, para la negociación de los valores de las empresas dentro del capitalismo financiero.

Por lo que respecta al sistema monetario, durante el primer tercio del Siglo XIX existía en España una diversidad anárquica de monedas, pesos y medidas que entorpecía el comercio interior y los intercambios. Las leyes de 1848 y 1864 implantaron el sistema bimetálico de oro-plata, con el real como unidad básica. La reforma de 1864 establecíó el escudo, basado ya en el sistema métrico decimal.

Sin embargo, la reforma definitiva en el sistema monetario llegaría con la revolución de 1868 y la implantación de la peseta (4 reales), basada en un sistema decimal, como unidad monetaria. El uso de la peseta tardó en generalizarse, pero a finales del XIX ya era la unidad monetaria utilizada en todos los intercambios económicos. A ello contribuyó la creciente emisión de billetes de banco.

Además, el déficit de la balanza comercial española impulsó a los gobiernos a devaluar la moneda para que los productos españoles fueran más baratos en el exterior y aumentasen las exportaciones. Sin embargo, lejos de lograrlo, el resultado fue el empobrecimiento de la población, que tenía que pagar más caros los muchos productos importados.

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